Al piano

Resistir nos permitirá ganar

Ricardo De Sá Ferreira

A ciertos sectores intelectuales la palabra resistir les incomoda y les produce sospecha. Desde el inicio, PODEMOS se proponía ganar, ganar y ganar y donde palabras como resistir no tenían espacio por su connotación con la marginalidad y con la derrota. Nada más lejos de la verdad. Resistir no suena a marco ganador y no genera mayorías sociales a corto plazo, pero mantener la espalda ancha ahora nos permitirá ganar mañana.

De la guerra relámpago a la parálisis institucional

El viaje político que PODEMOS ha construido en estos dos años ha sido paradigmático, como surgió como sujeto político transformador hasta la última cita electoral en la cual se presentaba como fuerza de gobierno y de cambio, de maquina electoral a maquina de gobierno. Los tiempos políticos han cambiado y las reglas también, ahora ya no somos los outsiders ya que estamos dentro y eso acarrea ciertos riesgos.

La guerra relámpago y la tentativa del asalto al palacio de invierno terminó con el cierre del ciclo electoral. Si hubiera una mínima oportunidad de unas terceras elecciones, esa ventana se cerró rápidamente con la crisis del PSOE. Después de tantas sorpresas, el régimen no va a apostar por una salida donde no se puede controlar el output de las elecciones, ya basta de sorpresas. El mensaje ha sido claro, no daremos una tercera oportunidad para asaltar el palacio de invierno, ahora los tenemos acantonados en la duma y nos quieren pegados al escaño. Con esto hay que tener cuidado. Tenemos que resistir al entusiasmo y al fascino inicial que provocan las instituciones. Tenemos que resistir a la idea y a los cantos de sirena de que en el Congreso – el hogar del bipartidismo – se hace la "política de verdad", donde en cada enmienda presentada se resuelve los problemas de la gente.

Con esto no tenemos que renunciar al trabajo parlamentario, pero en una situación de bloque institucional donde PODEMOS es la oposición y la alternativa gubernativa al turnismo abstencionista, muy poco podremos hacer para implementar políticas progresivas. Podemos rechazar la LOMCE pero no podremos ampliar los recursos para la educación pública. Podemos aprobar una ley para frenar los desahucios pero no tendremos los recursos para que el Estado lo aplique. Podemos aprobar el paraíso en la tierra para las clases populares, pero la realidad seguirá de los decretos del Partido Popular. Nuestro papel en las instituciones es ser los traductores legislativos de las demandas populares. Ante una situación de parálisis institucional, donde tu capacidad de influencia es limitada, la cuestión ahora es - como decía el ruso calvo – qué hacer.

Que hacer? Subordinar el hemiciclo a la plaza.

El mayor peligro de un partido está en sus cargos institucionales, en su profesionalización y una militancia en situación de baja guardia, donde la burocracia se apropia de la política y se transforma en una agencia de liberados. Suena duro y suena a desconfianza, pero la historia nos avisa de los errores que no deberíamos volver a cometer. En la izquierda tenemos un cementerio lleno de de movimientos contestatarios que rápidamente son asimilados por las instituciones, regulando sus demandas políticas a cambio de unos ministerios y de unos puestos de poder en algunas regiones. Y aquí no buscamos juzgar su ética o sus principios, no es que sean malos tipos, no están hechos de una materia genética distinta a la nuestra, simplemente no resistieron y se dejaron absorber por la institucionalidad de la política, se profesionalizaron dejando que los parlamentos fueron su brújula.

En esto la culpa no muere soltera. La falta de empoderamiento popular resulta en el empoderamiento de los cargos públicos y de los cargos orgánicos de los partidos. Los militantes tienen que ser una sujeto activo que vigile a sus representantes y recordarles eso mismo, que son sus representantes. Tienen que ser los militantes y la ciudadanía quienes establezcan de forma clara una línea política que no se confunda con el trabajo parlamentario. En esto, hay que dejar claro que el parlamento es una trinchera más y no el frente porque esa línea de combate es la calle. El parlamento tiene que ser subalterno al empoderamiento popular, a la creación de comunidad y al entrelazamiento de solidaridades que den fuerza al sujeto político popular, el cual no ha de estar subordinado a una dirección orgánica o a ningún partido.

Hay que resistir al parlamentarismo, para que el Parlamento no sea un punto de retención y de inflexión del movimiento popular que queremos construir. Por eso mismo, resistir ahora es ganar un país en el futuro.

 


*Gracias a Dina Bousselham por sus inquietudes, reflexiones y sus preciosas aportaciones y a David Veloso por su ayuda.

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