Diario de un altermundista

La educación militarizada

La educación es un término que ha dado pie a un sinfín de denominaciones. Hablamos de educación formal e informal, de educación en valores, de educación para la paz o para el desarrollo, hasta hace poco se hablaba de educación para la ciudadanía, y hay quien trabaja para una educación transformadora, como contrapartida a la educación bancaria que definió Paulo Freire, a la que propuso como alternativa la educación popular. Son muchas las formas de educación, pero de entre las que aquí faltan, hay una de la que nadie habla pero que está muy presente, una educación que nos transmite valores, que nos enseña maneras de afrontar la vida y que nos educa ante el conflicto. Una educación que recibimos durante nuestra vida, en casa, en la calle, en las noticias, en la escuela. Es la educación que todo lo impregna y que sin darnos cuenta nos hace hacer las cosas de una manera determinada. Es una educación que proviene de las estructuras creadas en nuestra sociedad para gobernar nuestras vidas, pero también proviene de nuestra cultura, que es causa y consecuencia de nuestra educación.

La educación a la que me refiero nos enseña lo que está bien y lo que está mal, nuestros deberes y nuestros derechos, pero también nos enseña quién está arriba y quién está abajo, quien puede decidir y quién debe obedecer, quien tiene las de ganar y quien tiene las de perder. Es la educación de las cosas son así y no serás tú quien las va a cambiar, es la educación de la necesidad de la fuerza para sobrevivir en este mundo hostil, es la educación de prepararse para lo peor, de defenderse de las agresiones, vigilar y estar alerta de los riesgos y peligros de estar vivos.

Es también la educación de crecer, de subir, de ganar, de tener, de acaparar, de sumar, de triunfar y de luchar con el alma si es necesario para conseguir nuestros objetivos. Asimismo esta educación de la que hablo es la educación de la norma, de las reglas, del respeto de lo establecido, de las cosas se hacen así porque siempre ha sido así, y no serás tú quien ahora vendrá y lo cambiará todo. Es la educación del statu quo, de ir haciendo, de la aceptación de las injusticias, de la resignación ante la violencia. Es la educación del miedo, del no levantes demasiado la voz, del no te signifiques políticamente, del no cuestiones las cosas, del no contestes a tus padres, del no, no, no a todo excepto a lo que te toca hacer por quien eres, por tu apellido, por tu estatus, por tu nacionalidad, por tu físico, por tu barrio, por tu sexo. Es la educación de aquí se hace lo que digo yo, y del calla, que aún será peor... Es la educación patriarcal, machista, violenta contra la mujer, o mejor dicho, contra el que no sea un hombre fuerte , viril, macho alfa dominante.

Esta educación no está necesariamente planificada en los currículos escolares, ni en las guías didácticas. Esta educación emana en nuestros actos, en nuestras palabras, nuestros escritos, no importa que seamos maestras, madres o padres, amigos o amigas. Pero que se manifieste con naturalidad y sin premeditación no significa que no esté de alguna manera planificada y promovida.

Esta educación que nos enseña a vivir en un marco jerárquico, donde se debe obedecer al superior, donde se deben cumplir las normas sin lugar a la disensión, donde se tiene que seguir la senda marcada por la sociedad, donde tenemos que competir para ganar, donde tenemos que conseguir nuestros objetivos por encima de la importancia de la relación con los demás ... esta educación es la que podríamos denominar como educación militarizada. Es decir, aquella basada en los principios militares, en el ejemplo de la vida militar y en la manera de hacer de los militares para conseguir sus objetivos.

Esta educación se promueve a través de la existencia de una estructura militar, que recibe un trato prioritario por parte del Estado. Una estructura militar que recibe privilegios y que tiene el poder de cambiar el signo de un país o de no permitir que esto ocurra sólo con el uso de las armas, o la amenaza y posibilidad de hacerlo.

Pero la educación militar no se limita a los valores y modos de hacer de los militares, sino a su componente armada y violenta para hacer frente a los conflictos. La respuesta violenta es la razón de ser de la lógica militar, y ésta se hace principalmente con armas. Si bien no siempre se deben utilizar para conseguir sus objetivos, con la amenaza del uso de las armas tienen suficiente. La amenaza nuclear y la barbarie a la que ésta nos ha llevado es un buen ejemplo.

La educación militarizada acepta, pues, el uso de la violencia, incluso extrema y, como podemos ver en infinidad de videojuegos y películas de guerra, quien gana es quien mata, masacra y destruye a los demás. No les falta razón a los militares, la mejor manera de acabar con un conflicto es eliminar al otro y a cualquiera que pueda apoyarlo.

Es por todo ello que tenemos la obligación de cambiar esta educación, empezando por identificar que en buena parte es militarizada. Es por eso que debemos mantener nuestros jóvenes bien lejos de la educación y cultura militares. No es fácil, un año más el ejército estará presente en el Salón de la enseñanza de Barcelona. En un mar de opciones transformadoras, ciudadanas, de paz y desarrollo, el ejército ofrece a chicos la opción de alistarse en las fuerzas armadas, con engañosos argumentos de aventuras y ayudas humanitarias.

Los ejércitos sirven para hacer la guerra, las armas sirven para matar. No militaricemos más ni de una forma tan descarada la educación, hay mucho que hacer para construir un mundo mejor, demasiadas guerras que dejar de hacer y la militarización de la educación no nos ayudará a conseguir la paz de verdad.

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