Diario de un altermundista

Ni con burka, ni sin camiseta

Según la última encuesta del CIS, los principales problemas de la sociedad española son la (mala) situación económica y el paro. Para algunos políticos, por la prioridad que que le están dando, parece que el principal problema de los ciudadanos es que algunas pocas mujeres vistan una prenda mayoritariamente extraña e incómoda a ojos occidentales. Se me ocurren varias cuestiones a tener en cuenta sobre este tema, antes de redactar una ley de prohibiciones que con toda seguridad llegará después del verano, quizá cerca de la convocatoria de la huelga general del 29-S, cuando ya no haya mundial de fútbol que nos distraiga. La primera de las cuestiones es si antes de la prohibición se consultará a las mujeres que lo llevan, digo yo que será importante saber su opinión. Quizá me equivoque y el Gobierno o lo Ayuntamientos hayan podido hablar con cada una de ellas (ya que no parecen ser demasiadas) y resulte que la propuesta venga de ellas mismas. Pero lo dudo. La segunda es que si se trata de una cuestión de seguridad ciudadana, deberán explicarnos en qué realidad se basa que en nuestro país una persona con burka pueda amenazar nuestra seguridad, ¿o será que la verdadera cuestión es que pensemos que el burka amenaza nuestra seguridad? La tercera cuestión sobre la prohibición de esta prenda está relacionada con la prohibición en si misma. Cuando parecía que la democracia era un aumento de las libertades para que con base a éstas conviviéramos en un entorno diverso y tolerante con el diferente, resulta que la tendencia es la contraria y cada vez imponemos más normas para evitar la disidencia. Ahora se prohibe el burka, ayer se prohibió ir sin camiseta por la calle, ¿cómo no nos dejarán ir vestidos o desvestidos mañana? ¿Deberemos ir todas y todos vestidos de Zara? Puestos a prohibir vestimentas que lo hagan con las que hacen alegoría de la violencia, como las nazis o fascistas; o que prohiban los abrigos de pieles, las joyas, los bolsos de Louis Vuitton y otros objetos de ostentoso lujo que por el simple hecho de llevarlos suponen un insulto a los mil millones de hambrientos que hoy sabemos que hay en todo el mundo. En fin, no quiero con todo ello defender o denunciar el uso del burka, creo que este tema debe ser tratado principalmente por quienes lo llevan, si así lo creen oportuno. Pero creo que puede ser un buen principio democrático que no deba ser yo, ni mis gobernantes, quienes decidan cómo debemos ir vestidos o desvestidos. No sé, todo esto me suena a la estrategia del despiste, para que no pensemos mucho en los verdaderos problemas de nuestra sociedad. Y parece que lo han conseguido, porque aquí estamos, hablando de ello.

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