Diario de un altermundista

Activismo accionarial en la banca

El viernes 30 de marzo fue la Junta del Banco Santander. Anunciaron miles de millones de beneficios, de los que 5.000 serán los oficiales sobre los que calcular el reparto de dividendos. El aplauso de los miles de accionistas presentes en el Palacio de Congresos de Santander ante el anuncio del reparto de dinero fresco se convirtió en una ovación. Botín, obligado a mantener el semblante serio de un gran banquero, no podía dejar escapar una mueca de satisfacción ante la ovación de sus fieles, compañeros en el camino de la codicia. La escenificación de una Junta de accionistas de una gran sociedad anónima debe ser una fiesta, en la que su presidente lanza un mensaje político, este año el de que el Gobierno lo está haciendo bien. Cada año el mensaje es el mismo, no sabemos si porque el gobierno lo hace bien en un análisis a posteriori, o porque el gobierno hace lo que se le ha dicho que tiene que hacer, que evidentemente está bien para el Sr Botín, si es él quien ha marcado las directrices del gobierno. Toda esta parafernalia es necesaria para lanzar un mensaje de optimismo y euforia al mercado, con el que conseguir futuros clientes e inversores y, además, algunas portadas en los medios de comunicación.

Las sociedades anónimas gigantes presumen de transparencia, responsabilidad y, si me apuran, de ética, nada más lejos de la realidad. Este año la campaña Banco Santander sin armas, promovida por el Centro Delàs de Estudios por la Paz de Justícia i Pau, el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) y la Federación Setem, ha participado por cuarto año consecutivo en la Junta del Santander. Su objetivo fue el de siempre, decirle al Sr. Botín que no está bien hacerse rico con dinero sucio, como el procedente de la venta de armas, y que además es cada vez más gente la que sabe que el Santander es un actor clave en el negocio armamentístico y, quizá lo tengan en cuenta para meter sus ahorros en un banco tan poco ético.

Las intervenciones realizadas fueron cuatro, más de 20 minutos de reproches y verdades dichas a la cara de una de las personas más poderosas del mundo. Su respuesta de poco más de un minuto (y gracias), negándolo todo, pero sin demostrar nada. A un lado de Botín estaba Matias Rodríguez Inciarte, fijo del Club Bilderberg, donde se reúnen los que verdaderamente cortan el bacalao. Y al otro Alfredo Sáenz, condenado por los tribunales pero rápidamente indultado por el Gobierno español, porque las leyes no están hechas para que las cumpla según quien.

Cabe decir que este año el Banco Santander cortó la retransmisión en directo (que se podía seguir por Internet) justo cuando empezaron las intervenciones de los accionistas críticos, entre ellas las cuatro aquí mencionadas. ¿De qué tiene miedo el todopoderoso Banco Santander, para censurar unas críticas que Don Emilio Botín califica de falsas? ¿Será que hay algo de verdad en todo ello? Quizá valga la pena seguir dando la tabarra, también desde dentro. Eso sí, sin caer en complicidades con quienes sabemos que son parte del problema, no de la solución.

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