El socialismo es republicano

#YoNoSoyTerrorista, pero nos vemos en la cárcel

Llevamos algo más de una semana intentando digerir el asesinato de los compañeros de Charlie Hebdo y las consecuencias mundiales que esta tragedia ha desencadenado. La indignación inicial por tamaño ataque a la libertad de expresión dejó paso a una enorme preocupación por los nuevos atentados  en los días sucesivos en Francia y Bélgica. Demasiadas coincidencias.

Por las RRSS han corrido ríos de post con pruebas más o menos verosímiles de que el segundo suceso de París se trataba de un atentado de falsa bandera. Se han señalado detalles sospechosos coincidentes con el 11m: terroristas muy profesionales a la hora de matar pero muy descuidados y chapuceros al batirse en retirada. Es fácil ver manipulaciones y montajes por todas partes si se es un poco analítico. En cualquier caso, han saltado todas las alarmas entre la comunidad progresista. Sabemos que todo esto puede ser la antesala de algo muy feo.

A lo largo de los últimos días hemos asistido estupefactos a la manifestación VIP que se nos mostró en París, con todos los dirigentes políticos convenientemente aislados del común de los mortales. La manipulación de las imágenes hacía suponer que iban todos juntos, lo cual hubiera sido lo decente. Lo más grotesco fue ver a Mariano entre todos los demás, haciendo como que defendía la libertad de expresión en París, mientras en España encausaba a Facu Díaz por una parodia y aplicaba la Ley Mordaza. La coherencia no parece ser su fuerte.

Ya con los atentados de 1993 en EEUU,  2004 en Madrid y 2005 en Londres  sufrimos un cambio radical en nuestras vidas tan occidentales y tan "libres". La consigna oficial repetida hasta la saciedad era clara: "Hay que perder un poco de libertad a cambio de ganar en seguridad". Y lo aceptamos sin grandes dudas.  Ahora, en una nueva vuelta de tuerca, nuestro Ministro del Interior (pronto Gran Hermano) nos dice que "No podemos permitirnos poner en peligro la seguridad por mantener la libertad". Llegado este punto me siento en una pesadilla, como si fueran a encerrarme en la habitación 101 en cualquier momento.

Quienes tenemos muy interiorizado el concepto de libertad asistimos consternados a las consecuencias sociales que está causando la escalada de atentados en Europa en los últimos días. La guinda la ha puesto el suceso de Bélgica, que ha provocado una reacción muy rápida del gobierno belga, tal vez demasiado rápida. Paralelamente, la visita de Kerry como muestra del apoyo de EEUU a las autoridades francesas, la activación de medidas de seguridad  adoptadas por el ejecutivo español este viernes y las declaraciones en numerosos países de los distintos responsables de seguridad, nos hacen temer lo peor. Porque lo peor no es que nos mate un terrorista, lo peor es que pasemos de ser ciudadanos libres a sujetos vigilados. El eterno dilema: morir de pie o vivir de rodillas.

Hay otra faceta importante en todos estos sucesos: la xenofobia en su variante islamofóbica. Esta xenofobia, entendida como una antesala del fascismo, concuerda con las medidas de excepción que se están adoptando en tantos lugares. No hay que olvidar que en Francia existe un apoyo electoral del 25% al partido criptofascista de Le Pen. Voy a ser malpensada y a sugerir que los atentados y sus consecuencias han sucedido de modo muy conveniente en Francia, la Francia que resistió al fascismo, cierto, pero también la que permitió el colaboracionismo y la que apoya a Le Pen. Espero que triunfen la libertad y la fraternidad, por el bien de todos.

En España "gozamos" desde el año pasado de la tristemente famosa Ley Mordaza, que suspende de modo efectivo muchos de los derechos constitucionales de los que hasta ahora disfrutábamos, como la presunción de inocencia, el derecho a un juicio justo, el derecho de manifestación y la libertad de expresión. Un análisis de la actualidad en los últimos días y de las reacciones gubernamentales en todo Occidente nos lleva a pensar que, por esta vez somos los number one, que nuestros gobernantes han sido unos adelantados a su tiempo, unos visionarios. Por desgracia, nada de eso puede ser motivo de orgullo para los amantes de la libertad.

Escuchando al Gobierno belga describir las medidas que va a aplicar en lo sucesivo en materia de seguridad podría pensarse que estamos encaminándonos a 1984, o tal vez a Los Juegos del hambre. La muy libre y democrática Europa corre el riesgo de entrar en un estado de excepción permanente, con el Ejército controlando las calles, la libertad de circulación conculcada y nuestros amados derechos y libertades suspendidos en aras de una supuesta seguridad. En España, como adelantados que somos en toda esta materia, ya el Ministro de Defensa advirtió el año pasado de la necesidad de incorporar al Ejército como garante de la seguridad ciudadana en las calles. No es de extrañar que gente como el Teniente Segura no sea bien acogida entre la milicia. Sus "valores" ancestrales les prohíben cuestionar las órdenes de un superior o los protocolos establecidos. La democracia interna es una asignatura pendiente de este y de todos los ejércitos, que tal vez se descompondrían si la aplicaran. O tal vez solo evolucionarían. En cualquier caso, yo prefiero que las armas las tengan gentes con una ética congruente con la sociedad a la que defienden y no los que se limitan a obedecer y ejecutar órdenes, sean éticas o no.

Existe una conexión, de la que no se habla mucho, entre la situación económica mundial y la aplicación de un estado de excepción generalizado. La crisis económica que viene, un tsunami que lo destruirá todo, según algunos analistas, podría causar grandes protestas y graves alteraciones del orden. Es por eso que resulta tan conveniente tener controlada la situación mediante todos los recortes de libertades que se nos están anunciando. Claro que se puede negar la crisis feroz que se avecina, pero es solo cuestión de tiempo saber quién tiene razón.

La última reflexión que me voy a permitir sobre estos temas es la siguiente: estudiemos a fondo la doctrina del shock de Naomi Klein, analicemos la situación que estamos viviendo con calma. Probablemente encontraremos muchas coincidencias. No se trata de una conspiración, se trata de un plan de supervivencia de una clase. Y nosotros no pertenecemos a ella. Por tanto, asumamos que seremos peones, fáciles de manejar y sencillos de sacrificar.

Solo hay una salida para nosotros: tomar conciencia del futuro que se nos presenta, organizarnos y resistir.

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