Detrás de la función

'Cambio de Gobierno', en las mejores salas

El relevo ministerial no es un acontecimiento, ni siquiera una noticia. Es otra cosa. Se hace "real" a través de determinados medios y, poco después, lo "confirma" el jefe del Ejecutivo. Una ministra se entera de su cese en medio de una entrevista televisiva: ¿es un feo detalle del presidente o más bien una lógica mediática que lo envuelve todo? Habiendo tantos focos a los que mirar, es normal que a nuestros dirigentes se les olvide en ocasiones lo importante. ¿Pero qué es, ahora mismo, lo que más cuenta?

El equipo de asesores de La Moncloa había "descontado" ya -lo financiero va más allá de lo que se decide en los parqués- los titulares de prensa, tanto los favorables como los críticos. Anticiparon el flujo de informaciones, tertulias, especiales, análisis y columnas de opinión que la industria de la cultura popular despliega siempre que tiene oportunidad de ganar mucho dinero en poco tiempo. Incluso podrían haber escrito el guión de la intervención del alcalde vallisoletano, León de la Riva (no es muy exigente). Estas cosas se aprenden a fuerza de repetirlas, y algunos llevan ya muchos años en el oficio.

No dicen la verdad los que afirman que el superministro Alfredo Pérez Rubalcaba es la figura protagonista de los cambios políticos que han tenido lugar. Aquí lo que ha mandado ha sido el fetichismo de la imagen, que ha llevado prácticamente a la filmación y proyección de un acontecimiento en una sala reservada para los medios de comunicación. Solo estos comprenden la lógica del relevo ministerial, pues es a ellos a los que las modificaciones gubernamentales se han dirigido en exclusiva.

No podía ser de otra forma. Los ciudadanos hemos sido testigos de un divorcio progresivo entre lo político y lo social, confirmado jurídicamente con el plan de austeridad y la reforma laboral, que vuelven definitivamente borrosas las siglas del partido en el Gobierno. El Ejecutivo certificó con estas "reformas" su renuncia a actuar en el terreno real, que no es otro que el de la primacía de lo financiero sobre la economía productiva y la redistribución social. Por tanto, el 'dios-finanzas' se queda sin contrapesos y con solo un equivalente: el 'dios-imagen', fraudulentamente catalogado por algunos comentaristas como "margen político". Estas dos esferas (los dos fetichismos) se necesitan mutuamente: son el verdadero gobierno de coalición desde hace décadas.

El público, que presencia estos cambios, y que no es tonto, comprende que el resto de la filmación no va con él, aunque al final del espectáculo se le pida que confirme si quiere seguir en el mismo canal o si, por el contrario, sintonizará la emisora opositora para los próximos cuatro años. Al PSOE le amenaza mortalmente la abstención, pero esta no es suficiente para desconectar definitivamente el monitor, o acabar con la película. Ni de lejos.

¿Gana poder el ministro de Interior? ¿Le dará tiempo al presidente Zapatero a remontar la ventaja que las encuestas dan al Partido Popular? ¿Cuál será la próxima etapa del 'poszapaterismo'? Esta nueva fase de la legislatura está pensada para la emoción, el bipartidismo y, quizá, para una mayor "crispación". No puede faltar el episodio del "fin de ETA". Nuestro reto sigue consistiendo en no hacernos las mismas preguntas que ellos.

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