Detrás de la función

Desintonizar la telebasura

En La Conjura de los necios, Ignatius Reilly, admirador del clero medieval y ensayista frustrado, pasa una tarde entera frente al televisor cargando contra un programa de niños que quieren ser artistas de la canción. Este inquisidor de la cultura popular se retuerce de furia ante un contenido que cree nocivo, pero no consigue apartar la vista. Es, a su manera, un fiel seguidor de los programas que denigra.

¿En cuántas ocasiones nos hemos visto haciendo algo parecido? Podemos encontrar en España un alto porcentaje de ciudadanos que "no ven la televisión" pero están enterados de todos los últimos movimientos de Belén Esteban. Esto sucede porque han variado su hábito de consumo televisivo, pero aguantan como seguidores de estos formatos, favoreciendo probablemente que continúen fuertes en la parrilla.

Es difícil evitar cierta sensación de gratificación al pasar canales y detenernos durante dos minutos en Gran Hermano. Creemos identificarnos justo con lo opuesto, por lo que lo degradante de estos contenidos refuerza transitoriamente nuestra autoestima. Lo mismo sucede con las tertulias políticas en las que los periodistas discuten sobre si tenemos un Gobierno incompetente o bien un Ejecutivo criminal y terrorista. ¿Cuántos oyentes de Jiménez Losantos escuchaban su programa en la COPE "para reírse"? ¿Acaso los productores de estos formatos no anticipan esta especie de audiencia fantasma?

No nos vendría mal detenernos a pensar de qué mundo de ficción y entretenimiento queremos participar en nuestros ratos libres. Si el papel que cumple para nosotros el 80% de los canales TDT es el de hacernos pasar el tiempo mientras lamentamos la precariedad de sus contenidos, quizá haya llegado la hora de reducir el número de emisoras.

Decir que hoy día, con la oportunidad que Internet representa, un ciudadano civilizado no necesita más de cuatro o cinco cadenas de televisión no es ningún disparate. Tomado el Parlamento por los mercados y teniendo que dar gracias por poder trabajar, no estaría de más ejercer de vez en cuando la soberanía. Desintonizar la telebasura podría ser una forma cualquiera de hacerlo. Muchos la han probado con éxito.

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