Detrás de la función

El 19-J, ante el Pacto del Euro o la resignación consensuada

El conocido como "Pacto del euro" está a punto de ser suscrito. Este acuerdo tendrá lugar, en definitiva, con el siguiente mensaje de fondo: la única salida a la crisis de la deuda europea reside en el incremento de nuestra competitividad exterior. Si reflexionamos sobre el régimen de desigualdades o falta de libertades, según se trate, existente en países como China, India, Brasil o Marruecos, podemos imaginarnos a qué tipo de modelo quieren que nos aproximemos para estar en la palestra. Para vender, tendremos que sudar sangre, o trabajar más y cobrar menos. Esta es la idea de competitividad entendida solo desde un punto de vista y con una mirada a corto plazo. El Pacto del Euro es el consenso de la resignación: sin tener en cuenta a los que salen ganando, asumiremos que nuestro camino consiste en regresar, paso a paso, al siglo XIX.

Sin entrar en muchos detalles –las medidas son parecidas a los planes austeros impuestos por el gobierno español desde el año pasado-, una traducción de estas reformas a un lenguaje que nos permita enterarnos de qué está pasando podría ser la siguiente: se trata de un avance en el proceso de empobrecimiento ciudadano que llevamos experimentando durante varios años y en el que la burbuja inmobiliaria (1998-2007) juega un papel necesario, como período durante el que vivimos "por encima de nuestras posibilidades" y por el que tenemos que pagar acomodando nuestros recursos sociales al verdadero nivel de riqueza de nuestras naciones. De este modo, la cristiana Europa nos saca del Jardín del Paraíso para que purguemos en la Tierra los pecados originales cometidos.

Afortunadamente, la población española y europea ya no está dormida y el próximo 19 de junio representa una excelente oportunidad para demostrarlo. De esta manifestación de descontento e indignación ciudadana deben surgir muchos gritos y una descomunal cifra de participantes que refleje la fuerza de una ciudadanía que quiere jugar un papel importante en la configuración de su futuro. Pero los organizadores e impulsores de estos movimientos han de tener en cuenta un objetivo clave: la gente necesita identificarse con un proyecto, unas metas y unos medios que sean comprensibles, alcanzables y, al mismo tiempo, ambiciosos. Si hasta ahora la protesta unía a distintas cohortes de edad, diferentes ideologías, estilos de vida, etc. en torno a un rechazo a lo antiguo –el bipartidismo, la corrupción institucionalizada, la pasividad ciudadana o la sumisión al capital financiero, entre otros-, ha llegado el momento de crear esas "identidades de resistencia" o caminos alternativos que sugiere el sociólogo Manuel Castells para la actual era de la información.

No es una tarea fácil, pero van surgiendo ciertos proyectos y propuestas que unificarían a una muchedumbre diversa para la consecución de los objetivos fijados: en definitiva, el impulso a una regeneración democrática que ponga a la sociedad y a sus ciudadanos como la prioridad de las políticas públicas y no como un medio para la maximización del beneficio empresarial. Aunque son ya fines en sí mismos, se trata de escalones o pasos necesarios para que el movimiento se refuerce progresivamente:

1. Sin un filtro, es imposible informarse. Si tomamos las plazas, tomemos ahora Internet. La mayoría de las personas que se congregan en estas manifestaciones y asambleas están sumidas en una sociedad de la información en la que, paradójicamente, nadie sabe lo que sucede de verdad. A pesar de contar con muchas herramientas tecnológicas, se hace necesaria la creación de una suerte de filtro colectivo para pasar de la cortina de humo a los hechos en sí. Este régimen de ocio forzoso ha liberado a mucho personal enormemente cualificado que puede dedicarse con intensidad a la promoción de plataformas en Internet que permitan esta nueva socialización de informaciones, noticias y datos relevantes para el contraste y la reflexión. Se trata de crear un periódico colectivo que tenga el mismo horario que los mercados financieros mundiales.

2. Democratización del conocimiento y responsabilidad ciudadana. Si se está pidiendo una redistribución de la riqueza, otra de las metas tiene que consistir en repartir el conocimiento, de tal modo que todo el mundo cuente con herramientas para interpretar la realidad y proponer alternativas. De esta manera, materias como la Economía deben ser traducidas a un lenguaje inteligible de modo que su aprendizaje se convierta en obligatorio para obtener el carné de ciudadano activo. El nuevo sistema requiere del acceso masivo a los conocimientos básicos: los que sepan más, tendrán que esforzarse en enseñar a los que tienen menos competencia en ciertos ámbitos.

3. Un macro y un microcosmos en interacción. La revolución de la ética. Además de criticar a la Banca y a los políticos de los partidos tradicionales, hemos de asumir una cierta responsabilidad en la enorme crisis generada y examinar nuestros valores, conductas, creencias y actitudes. ¿Podemos vivir con un nivel de consumo menor? ¿Es necesario pedir un préstamo para irse de vacaciones? ¿Necesitamos realmente tener dos coches? Los movimientos sociales terminan por modificar muchos aspectos de la realidad, pero, al mismo tiempo, ha de producirse un cambio sustancial en las personas que integran estos colectivos. Hablamos de dos movimientos que se producen a la vez, similares a los de los planetas del sistema solar: uno de rotación (el cambio personal y cultural que experimenta el componente del grupo) y otro de traslación (las modificaciones que los colectivos integrados por estos individuos imprimen en la sociedad sobre la que trabajan).

4. Solidaridad y redes de apoyo. El fin del individualismo de mercado. El anterior punto nos conduce a un modelo distinto de integración ciudadana, con un enriquecimiento de las redes sociales en comunidades de vecinos, distritos, barrios, poblaciones e incluso provincias. Es más que probable que las próximas explosiones especulativas globales –con la posible quiebra Griega- redunden en duras condiciones locales: los ayuntamientos más endeudados van a poner en marcha también sus planes de austeridad. ¿Llegaríamos a algún lado con el que cada palo aguante su vela? Quizá aquí recale uno de los puntos de más difícil aplicación pero que más éxito puede suponer para el movimiento.

5. Recuperación del ágora. La conquista del espacio público como lugar de intercambio, comunicación o diálogo sobre problemas que son de todos. Una adecuada articulación de los lugares urbanos al aire libre, como las plazas, debe conducir a un enriquecedor diálogo y a una convivencia que se podría mantener durante un tiempo ilimitado. Si se consiguiera que estos sitios se constituyeran como puntos de reunión frecuentes y permanentes en los que los ciudadanos compartieran cara a cara sus inquietudes, ya se habría impulsado un cambio profundo. La re-conquista de las plazas puede suponer una importante vacuna contra la alienación inherente a las sociedades tecnológicas avanzadas.

Es importante que este tipo de hojas de ruta se refuercen con el conocimiento de las propuestas explícitas para un posible nuevo sistema económico y social. Las manifestaciones y acampadas no pueden quedar como un fin en sí mismas. El movimiento 15M debe conducir a un proceso intensivo y permanente de formación continua y recíproca para una población que se considera merecedora de un mejor modo de vida. Depende de cada persona y del trabajo de las distintas organizaciones implicadas. La calidad de la democracia viene favorecida por el esfuerzo dedicado para hacerla real. Ganas no faltan.

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