Detrás de la función

¡No es el 'Tea Party', estúpido!

Sería interesante plantearse el éxito que cosecharían los promotores y seguidores del 'Tea Party' estadounidense si el país no estuviera afrontando a duras penas la Gran Recesión. Es probable que este movimiento fuera algo más que marginal si el rescate de los bancos de inversión y las políticas de creación de empleo hubieran dado el resultado deseado por los dirigentes del Gobierno federal. Una mirada al pasado nos ofrece corrientes similares que tomaron protagonismo solo y cuando las condiciones económicas fueron las idóneas para ello. La historia se repite con distintos nombres.

1947. La reconstrucción keynesiana de Occidente -crecimiento económico con redistribución social- comienza a buen ritmo, pero un grupo de intelectuales no lo ve del mismo modo. Reunidos en un balneario suizo llamado Mont Pelerin, Friedrich von Hayek, Milton Friedman, Ludwig von Misses y Karl Popper, entre otros, fundan la Mont Pelerin Society. Este 'think tank' consideraba "en peligro los valores centrales de la civilización", amenazados no solo por los regímenes sovietizados, sino por toda la escala de grises desde estos hasta cualquier sistema económico en el que el Estado interviniera en la asignación de recursos.

Estos pensadores proponían como antídoto la promoción y defensa de la "libertad individual" y la "responsabilidad personal" frente al poder aglutinador e "ineficiente" de los Estados que, con sus impuestos, estaban limitando la capacidad de ahorro y, supuestamente, de inversión de determinadas clases sociales. Sus ideas contaron con el apoyo y la financiación por parte de sociedades e individuos que sentían amenazados sus privilegios por las políticas predominantes.

Dichos principios y recetas fueron marginales hasta que las crisis de los años setenta brindaron un magnífico campo de acción para aplicarlos. Después del laboratorio chileno, tanto Margaret Thatcher en el Reino Unido como Ronald Reagan en EEUU hicieron realidad muchos de sus postulados. Había comenzado la expansión del neoliberalismo, disfrazado de "revolución conservadora". Muchas de las ideas de Mont Pelerin integraban ahora lo que J.K.Galbraith denominó la "sabiduría convencional": en un contexto de crisis económica, con una clase media que comenzaba a cuestionar el pago de impuestos para sostener el Estado del Bienestar, muchas ideas del nuevo liberalismo pasaron a ser muy atractivas. Sin apenas conspiración de por medio.

Existe una alta probabilidad de que, tras el espectáculo folclórico y casi esperpéntico de los invocadores del "Motín del Té" –igual que tras los fusilamientos del general Pinochet en Chile-, muchos estén preparando una nueva vuelta de tuerca económica y social gracias a la promoción de unas ideas que, con el alto desempleo, déficits públicos y mucho dinero que devolver, podrían convencer a un importante conjunto de la población. No deberíamos obsesionarnos con el radicalismo de sus eslóganes: al otro lado del atlántico, un gobernante autodenominado "radical" como el tory David Cameron ya ha puesto en marcha una agenda descentralizadora y liberal denominada la "Big society": reducción de transferencias sociales, "racionalización" de los servicios públicos, una nueva forma de ver el Estado... (The Economist, 14-08-2010). Los tiempos cambian y, con ellos, el modo en que nos vestimos y posamos en público. Pero detrás de los disfraces siguen las mismas intenciones de siempre.

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