Lo que nos queda

El año que viene. Si Dios quiere

"El año que viene. Si Dios quiere". Esta era la contestación que Hermano Lobo daba a las preguntas para las que no había respuesta en los últimos años de la dictadura franquista. La misma que el presidente del Gobierno ha dado esta semana a la cuestión que nos preocupa a los españoles cuarenta años después: cuándo vamos a salir de la crisis económica.

El pasado miércoles Mariano Rajoy se preguntó a sí mismo "¿cuáles son las perspectivas del futuro de la economía española?" y se contestó que en 2014 empezaríamos a salir de la crisis. El año que viene, dijo muy seguro de lo que le había chivado su ministro de economía, Luís De Guindos, "la economía española crecerá con claridad y empezaremos a crear empleo y los españoles notarán resultados tangibles de los esfuerzos que han hecho." Lo decía, con desparpajo, después de reconocer, hace unas semanas, que el Gobierno va a rectificar las previsiones económicas de 2013, y a los pocos días de que tres institutos económicos europeos, el alemán Instituto de Macroeconomía e Investigación, el francés Observatorio Francés de Coyuntura Económica y el Instituto Austriaco de Investigación Económica, pronosticaran que en 2014 España seguirá en recesión.

Es posible que la economía española crezca con "claridad" el año que viene, pero es muy difícil que el año que viene, sea 2014. Es cierto que las últimas previsiones del Banco de España estiman que nuestra economía se contraerá un 1,5 por ciento este año y crecerá un 0,6 por ciento en 2014, pero, aún siendo así, los españoles no notaremos "resultados tangibles" de los esfuerzos que nos están obligando a hacer.

Llevamos cinco años esperando el año que viene. Cinco años de políticas de control del gasto y de ayudas al sector financiero. Cinco años sufriendo por la prima de riesgo. El objetivo prioritario es bajar el déficit. Es lo que dicen los economistas a los que los políticos europeos hacen caso. Por este camino de sufrimiento el PIB volverá a crecer. Ahora bien, lo que debemos preguntarnos es si los ciudadanos saldremos de la crisis. En España, el crecimiento, y también el empleo, de los últimos años se ha debido al desproporcionado comportamiento del sector de la construcción. Y eso se ha acabado, para siempre, o al menos hasta donde alcancen nuestras vidas. Buena parte de los ciudadanos están endeudados y asustados. Otros, seis millones, no tienen trabajo. La mayor parte de las grandes empresas españolas, pertenecen a sectores como la banca, el sector energético, la ingeniería civil que en el mercado interno, otra cosa es fuera de España, están más cerca de reducir plantillas que de ampliarlas. Algunas de esas empresas recorren estos días medio mundo con un informe titulado: "España, país de oportunidades". Oportunidades, ¿para quién? Están pensando en nuevos sectores que generen empleo, o en nuevas inversiones para sus legítimos negocios. Después de cinco años de crisis, no tenemos alternativa para los empleos que en su día creo la construcción. Los autónomos son autónomos, no emprendedores. Los carpinteros se han quedado en el paro porque fabricaban sillas más caras que las que ellos mismos compraban en los grandes centros comerciales. Aun en tiempos de crecimiento económico, en España la tasa de paro siempre ha sido alta.

Esta situación nos puede llevar a que la economía empiece a crecer, a que las grandes compañías convenzan a los inversores de que España es un país de oportunidades, a que la bolsa suba y la prima de riesgo baje, pero también a que se mantengan varios millones de ciudadanos en el limbo de la exclusión social a la que lleva el paro. En ese caso podríamos decir que la economía española crece con "claridad", pero hasta que el paro no alcance cifras por debajo del siete por ciento no podremos decir que el año que viene ha llegado. Lo que nos queda.

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