Al sur a la izquierda

No son tan listos, en realidad nunca lo fueron

 

Miguel Carcaño es egocéntrico, mentiroso, manipulador y no muy listo. Si fuera sólo las tres primeras cosas su personalidad encajaría con el retrato que tantos medios de comunicación difundieron durante la instrucción del caso Marta del Castillo, cuando era un lugar común afirmar que Miguel era un águila que se estaba burlando cínicamente de la Policía y del juez, contando para ello con la colaboración de otros cráneos no menos privilegiados, como Samuel Benítez y el menor apodado el Cuco.

 

Pero el juicio que se celebra en la Audiencia de Sevilla está demostrando que además de egocéntrico, mentiroso y manipulador, Miguel Carcaño no es muy listo. Su nivel de inteligencia es normal tirando a bajo. Lo dicen los psicólogos, pero lo dice también el propio transcurso del proceso, durante el cual las coartadas de los inculpados han ido derrumbándose una tras otra como un castillo de naipes ensangrentados.

 

Además, la vista oral está demostrando otras cosas. La primera de ellas, que la Policía, en lo sustancial, hizo bien su trabajo. Detuvo a los malos y reunió pruebas suficientes para que acaben todos ellos en la cárcel. La Policía acertó en lo importante, pero erró en lo accesorio. Y lo accesorio fue aquella multitudinaria rueda de prensa donde a los eufóricos responsables policiales del caso se les fue algo la mano cantando demasiadas victorias antes de tiempo. Hoy sabemos que aquella comparecencia fue un error, pero no dejó de ser un error irrelevante, ajeno al núcleo mismo del trabajo policial.

 

Y el juicio también está demostrando que el hermano del asesino confeso, Francisco Javier Delgado, es menos listo de lo que creía. Tal vez viera Pulp Fiction y se imaginara a sí mismo encarnando el personaje del señor Lobo, que protagonizaba Harvey Keitel, un profesional capaz de borrar con pasmosa eficacia el rastro de la sangre tras tranquilizar a los asesinos con su ya célebre frase: "Estoy a 30 minutos de allí, llegaré dentro de 10". Las pruebas y los testimonios se acumulan contra Delgado jornada tras jornada del juicio. Las cárceles están llenas de tipos que se creyeron tan listos como Delgado, incapaz de entender que la inteligencia no consistía en hacer lo que hizo, sino en convencer a su hermano de que se entregara. Tal vez ante otro formato de crimen habría sido inteligente la estrategia de ocultamiento de Delgado, pero desde luego no ante el cometido contra Marta la noche del 24 de enero de 2009. Carcaño no tiene culpa de no ser muy listo. Delgado sí la tiene de serlo demasiado.

 

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