Al sur a la izquierda

¡Ay, Señor, esta Iglesia nuestra nunca madurará!

 

La Iglesia católica tiene un problema con el sexo: que lo considera demasiado importante. En realidad, al sexo le dan una importancia desmedida únicamente los adolescentes y los curas. Bueno, y los obsesos sexuales, pero esos no cuentan, salvo que sean, claro, curas belgas, irlandeses, holandeses, norteamericanos... El diario Jaén ha desvelado que el párroco de la localidad de Huelma le ha negado a un homosexual casado ser padrino de un bautizo con el argumento de que el joven gay vive "fuera de las normas de la Iglesia". Y el Obispado ha salido en defensa del párroco recordando que el derecho canónico deja bien claro que entre los requisitos para poder actuar de padrino en un bautismo figura llevar "una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir". Hasta aquí los hechos escuetos y la severa doctrina que los sustenta.

 

Si se toma en su literalidad el canon 874 en que se fundamenta la exclusión del padrino de Huelma puede que al cura no le falte razón, dado que la Iglesia condena la homosexualidad y no digamos el matrimonio entre personas del mismo sexo. Ahora bien, la Iglesia también condena, pongamos por caso, el robo y si el padrino de marras hubiera sido el presidente del Sevilla FC, José María del Nido, o el exlcalde de Marbella Julián Muñoz, no es probable que ninguno de ellos hubiera sido excluido por el cura, pese a que saquear un Ayuntamiento llevándose por el santísimo morro varios millones de euros del dinero de todos los ciudadanos no puede dejar de entrar dentro de lo que el canon 874 denomina llevar "una vida congruente con la fe". Cuesta ver a un párroco, incluso a un párroco bético, prohibiéndole a Del Nido actuar de padrino por el simple hecho de haber sido condenado a siete años de cárcel por fraude y malversación. Sería un escándalo. Es más, si un cura se atreviera a hacer tal cosa se arriesgaba a que los fieles sevillistas le incendiaran la parroquia, para lo cual contarían incluso con el apoyo de toda esa prensa local de Sevilla que no se ha atrevido a pedir la dimisión de Del Nido.

 

La jerarquía eclesiástica tiende a sentirse perseguida cuando se le reprochan cosas como la de Huelma. No quiere entender que muchos de quienes le afeamos estas cosas lo hacemos de buena fe: porque encontramos su actitud poco evangélica, nada cristiana, flagrantemente sectaria y llamativamente inmadura. De una institución milenaria se esperaría que de una vez por todas dejara de perder el tiempo en minucias morales como la homosexualidad. Ya va teniendo edad para ello.

 

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