Al sur a la izquierda

El político que mejor sabe no decir nada

El presidente Mariano Rajoy es un hombre con mucho talento para no decir nada. Es tal vez el político español que mejor sabe no decir nada, el que sale más airoso ante las preguntas incómodas dando respuestas de una obviedad tan incontestable que el espectador tarda más tiempo del normal en darse cuenta de que el entrevistado no ha dicho nada. Hasta ahora venía siendo una queja generalizada en los representantes de la opinión pública que el presidente no diera entrevistas. Tras la celebrada la noche del lunes en Televisión Española esa queja va a desaparecer, pero no porque al fin Rajoy haya empezado a dar las entrevistas que tanto se le solicitaban, sino porque a la vista de sus respuestas es trabajo perdido esforzarse en reclamarle nuevas interviús.

Pero la entrevista del lunes depara también algunas otras enseñanzas colaterales. La principal de ellas es el declive mismo de la entrevista como género informativo. Ante el presidente se sentaban el lunes cinco buenos periodistas, un número por cierto a todas luces excesivo pues reduce drásticamente el margen de los entrevistadores para repreguntar cuantas veces estimen conveniente, y una entrevista sin apenas repreguntas apenas puede ser una buena entrevista. No es que lo periodistas elegidos hicieran mal su trabajo: es que con ese esquema es imposible hacerlo bien. Y todavía es más difícil hacerlo bien en estos tiempo en que otros periodistas asesoran a los políticos, les alertan de qué preguntas les van a ser formuladas en las entrevistas y les aconsejan cuáles son las respuestas menos arriesgadas, más eficaces o directamente más toreras.

Viendo durante el programa la habilidad socarrona con que el presidente sorteaba las preguntas embarazosas era fácil acordarse del modo en que se desarrollan las comisiones parlamentarias de investigación, y no solo las de la Cámara de los Comunes interrogando sin piedad a la familia Murdoch, sino incluso la del Parlamento andaluz interrogando a los responsables políticos del escándalo de los ERE fraudulentos. Viendo la de anoche a Rajoy se echaba melancólicamente de menos el implacable formato de los interrogatorios parlamentarios, en los cuales el entrevistado tiene muchísimo menos margen para eludir respuestas, burlar a sus entrevistadores o escapar a las repreguntas.

Todo ello parecería confirmar la triste idea de que hoy en día la política da lo mejor de sí misma cuando hace periodismo, entendido este como actividad para buscar la verdad, mientras que el periodismo da lo mejor de sí mismo cuando hace política, entendida esta como capacidad para concienciar y movilizar a la población frente a quienes le mienten.

Será por eso por lo que los políticos le temen poco a las entrevistas de los periodistas y tanto a las de los propios políticos.

Cuando les mientan una comisión de investigación los políticos se ponen, en general, como si les hubieran mentado la bicha, tal vez porque saben que ahí sí que van a entrevistarlos de verdad y sin posibilidad de escape, mientras que cuando les mientan una entrevista periodística se quedan tan tranquilos porque de antemano se saben todas las preguntas y todas las respuestas. Pero eso ocurre con los políticos en general, no con Rajoy en particular. El único político que parece temerle por igual a ambas es Marino Rajoy, que ni da entrevistas periodísticas ni crea comisiones de investigación. El presidente sí que sabe. Y si no sabe, nunca sabremos que no sabe porque no hay maldita manera de comprobarlo.

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