Al sur a la izquierda

La doble traición de Wert y Gallardón

Antes de llegar a ser ministro, Alberto Ruiz Gallardón encarnaba una derecha idílica, una derecha centrada, dialogante, cultivada y flexible, una derecha ilustrada cuyas urgencias, preocupaciones y batallas ya no eran, por fin, las que la derecha española había venido librando desde dos siglos atrás y que tantas veces estuvieron marcadas por el estigma del sectarismo y la revancha. Bastó que Rajoy lo hiciera ministro para que Gallardón dejara de ser Gallardón.

No le ha pasado solo a él. Bastó que Rajoy hiciera ministro a Wert para que Wert dejara de ser Wert. De otros ministros no sabemos si han dejado de ser lo que fueron porque nunca hemos sabido ni qué fueron entonces ni qué son ahora.

¿Qué diablos les pasa a los hombres cuando los hacen ministros? Se dice que para llegar muy alto la gente tiene que traicionarse a sí misma y renunciar a lo que siempre fue, pero los casos de Gallardón, Wert y tantos otros parecen demostrar lo contrario: que la traición comienza justo cuando llegan arriba, no antes. Es lo que ha ocurrido con estos dos ministros, y de ahí que resulte tan enigmático su giro para acabar encarnando esa derecha que nunca fueron, que nunca creyeron ser o que nunca creímos que fueran.

¿Anidó acaso desde siempre en sus corazones el germen de la traición a sí mismos? Nunca lo sabremos, pero sería importante saberlo porque ello nos permitirá contestar adecuadamente a esta pregunta: ¿Nos engañaban antes o nos engañan ahora? ¿Se engañaban antes a sí mismos o es ahora cuando lo hacen?

La súbita alineación de Wert y Gallardón en materia de educación o aborto con unas posiciones clericales que nunca pudimos sospechar en ellos es muy interesante tanto psicológica como políticamente. La traición de ambos ministros es interesante por dos razones: porque no era necesaria y porque no la entendemos del todo. Los giros y traiciones de Zapatero y Rajoy no son nada interesantes precisamente por lo contrario. Ambos se traicionaron a sí mismos porque no tuvieron más remedio: o se traicionaban o era su muerte política. Traicionar o morir.

A Zapatero le sirvió de poco. La muerte política le llegó un año y medio después de la traición. A Rajoy no sabemos cuánto tardará en llegarle, pero es una simple cuestión de tiempo.

¿Conseguirán Wert y Gallardón escapar a la muerte política cabalgando a lomos de su flagrante apostasía? Puede que lo consigan sin duda, pero si lo hacen tal vez entonces, y sólo entonces, se den cuenta de que no valió la pena. Sería un elegante y literario castigo a su traición, sin duda, pero no nos engañemos: los castigos literarios no existen en la vida. Y mucho menos aún en la política, que es precisamente la versión menos literaria de la vida.

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