Al sur a la izquierda

Basureros y periodistas

Sobre la huelga de los basureros de Jerez ha pasado casi desapercibido lo más importante de todo: que los huelguistas han ganado. La concesionaria Urbaser pretendía despedir a 125 trabajadores para ajustar sus gastos al recorte presupuestario del 20 por ciento en el servicio de recogida de basuras impuesto por el Ayuntamiento. La de Jerez ha sido una huelga dura, como las de antaño. Ya no se ven huelgas como esa, y menos en una empresa que, aunque presta un servicio público por concesión municipal, es estrictamente privada. En Jerez han ganado los trabajadores porque han conseguido frenar el despido de 125 de sus compañeros. Lo han conseguido no sin sacrificios, claro está: han aceptado una rebaja del sueldo del 10 por ciento y renunciado a ventajas recogidas en el convenio y evaluadas en dos millones de euros. No ha sido, pues, una victoria fácil ni gratuita, pero ninguna victoria importante lo es.

La huelga ha durado 21 días, con las calles invadidas de montañas de basura y Jerez en todos los telediarios de toda España y media Europa. Ha habido una dura presión de la opinión pública sobre los trabajadores, sobre la empresa y sobre el propio Ayuntamiento, aunque el dedo acusador ha venido señalando con especial encono a los huelguistas, de quienes se ha dicho poco menos que eran unos privilegiados que no sabían bien la suerte que tenían de trabajar recogiendo la porquería de los demás.

Al contrario que en el pasado, hoy las huelgas tienen mala prensa. Y tienen mala prensa sobre todo en la propia prensa. Tan mala prensa tienen las huelgas que los periódicos, las radios y las televisiones vienen despidiendo periodistas desde hace años y no se tiene noticia de que se haya producido ni una maldita huelga digna de tal nombre entre los periodistas. Como si la destrucción de lo que somos y de lo que queremos seguir siendo no fuera con nosotros. Como si fuéramos gente distinta a los basureros de Jerez. Y algo distintos sí que somos: los periodistas somos meros asalariados que, por algún extraño motivo, tendemos a creer que somos otra cosa. Naturalmente, otra cosa mejor que simples asalariados.

Pero los hechos son estos: nos pagan menos y no reaccionamos; nos despiden y no nos inmutamos; nos sobrecargan y no rechistamos. El mundo que alguna vez fue nuestro se derrumba a nuestro alrededor y actuamos como si ese derrumbamiento no fuera con nosotros.

Un basurero de Jerez no sabría tal vez escribir una crónica o hacer un análisis político de la crisis. Un basurero de Jerez no sabe ni la mitad de cosas que sabe un periodista. Pero hay una cosa que sí sabe: sabe que la única manera de defenderse es hacer de vez en cuando una huelga un poco salvaje, no salvaje del todo, pero sí un poco, lo bastante como que a uno lo tomen en serio. Los trabajadores que, sin ser tan listos como los periodistas, nunca han creído ser otra cosa que trabajadores saben bien lo que hay que hacer en ciertas situaciones. Lo saben desde siempre. Nosotros también deberíamos empezar a saberlo de una vez. Esta profesión debería empezar a aspirar a algo más que a tener un buen entierro el día de mañana. Y debería aspirar a ello aunque sólo fuera por esta razón: porque el día de mañana ya ha llegado y los enterradores están llamando imperiosamente a nuestra puerta. Como llamaron días atrás a la puerta de los basureros de Jerez. Sólo que estos sí supieron lo que había que hacer. Y lo hicieron. Y por eso 125 de ellos siguen trabajando y no han acabado en la calle. O como diría un buen basurero: en la puta calle.

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