Al sur a la izquierda

En España no pasa nada

Sabemos que el precoz registrador de la propiedad e impasible presidente del Gobierno Mariano Rajoy está ante la mayor encrucijada no solo de su carrera política, sino de la propia historia de la restauración democrática desde el fallido golpe de Estado del año 81. Lo que no sabemos es si el presidente lo sabe. El debate del estado de la nación que comienza esta mañana en el Congreso servirá sobre todo para eso: para saber si Rajoy sabe a qué se enfrenta realmente. Y la manera en que sabremos si lo sabe será examinar con atención no solo lo que dirá, sino también lo que hará. Y no solo lo que hará: sino sobre todo cómo lo hará, con qué plazos, con qué costes, con qué instrumentos o con qué complicidades.

La ferocidad de la crisis económica, la impotencia gubernamental para combatirla y la progresión geométrica de la corrupción han convergido de tal manera que el país se halla hoy ante una encrucijada de parecida envergadura a la que desembocó en la crisis política de 1930, cuando el imparable descrédito de la dictadura de Primo de Rivera mereció como única respuesta institucional por parte de Alfonso XIII la mera sustitución del general Miguel Primo de Rivera por el general Dámaso Berenguer. Es lo que, en un artículo memorable, Ortega llamó El error Berenguer. Tras definir la situación de entonces como "de absoluta anormalidad en el poder público", el filósofo decía esto que a todos nosotros nos convendría que Rajoy tuviera muy en cuenta hoy: "A ese hecho responde el Régimen con el Gobierno Berenguer, cuya política significa: volvamos tranquilamente a la normalidad por los medios más normales, hagamos "como si" aquí no hubiese pasado nada radicalmente nuevo, sustancialmente anormal". Y remachaba así su idea el entonces providencial y más tarde desventurado José Ortega y Gasset: "La frase que en los edificios del Estado español se ha repetido más veces es esta: ‘En España no pasa nada’.

La tesis que, con más o menos matices, ha venido manteniendo el Gobierno y el partido de Mariano Rajoy es que en España no pasa nada. Al menos, nada radicalmente nuevo ni sustancialmente anormal. Si el presidente sostiene hoy esa misma tesis en el Congreso y se limita, a su manera, a proponer lo mismo que Alfonso XIII propuso para frenar la crisis del año 30, es decir, nada, o casi nada, pues eso fue el nombramiento de Berenguer, nada o casi nada, en tal caso Rajoy habrá cometido el mayor error de toda su carrera política, pero con el agravante de que será un error que pagaremos todos, o por ser más precisos, que pagaremos casi todos.

Mariano Rajoy fue un opositor excepcional al cuerpo de registradores del Estado. Ganó la plaza con solo 24 años. Se sabía todos los temas, pero entre ellos no figuraba ninguno titulado ‘Cómo ser un buen presidente del Gobierno’. Ese tema no figura en ningún temario de oposiciones. Y si figurara, nadie de se lo sabría. Rajoy se enfrenta hoy en el Congreso a su examen más comprometido desde aquel que tan brillantemente aprobó a finales de los 70, pero esta vez no vale sacar un simple aprobado. El presidente está obligado a ser el primero de la clase. Su tribunal de oposiciones es hoy todo el país. Si ante él vuelve a recitar de carrerilla la vieja lección titulada ‘En España no pasa nada’, cosechará el mayor suspenso de su carrera. El jurado popular que ha de juzgarlo esta vez puede que no haya leído a Ortega, pero sabe identificar perfectamente un error Berenguer cuando lo tiene delante.

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