Al sur a la izquierda

En legítima defensa

No tienen medida ni piedad. Proliferan como setas, aunque su medio natural no es el bosque ni el invierno, sino esta Sevilla nuestra y esta primavera reventona. Cuando llegan estas fechas las hormonas líricas se les tornan ingobernables y pugnan por salir al exterior a toda costa, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Y los sitios en los que afloran son siempre los mismos: los periódicos, las radios, las televisiones, algún teatro.

Los medios de Sevilla se muestran generosos en estas fechas señaladas a la hora de ceder sus espacios a los incontables poetas cofrades que toman el mando lírico de la ciudad para imponer su implacable ley de ripios y metáforas a todo el mundo, pero muy en especial a las inermes advocaciones marianas dado quelas varias decenas de Vírgenes de Sevilla son su principal tema e inspiración. Las imagino a las pobres, allá en el alto cielo, viendo con terror cómo se aproxima la Semana Santa sevillana mientras decenas de poetas hábilmente camuflados de periodistas, de cofrades o de pregoneros dan los últimos retoques a la retahíla de octosílabos en verso y en prosa con que cada año castigan los oídos de la pobre gente de Sevilla y sus alrededores.

El propio pregonero de este año, Francisco Javier Segura, no ha tenido piedad. En realidad es difícil que pueda tenerla con los demás considerando que ni siquiera la ha tenido consigo mismo: el chico cuenta con solo 27 años y ya es miembro de ¡siete hermandades! Si en otras ediciones los pregoneros exhibieron una considerable dosis de caridad cristiana al tener el gran detalle de escribir en prosa el grueso de sus intervenciones, en este 2013 de nuestras desventuras el joven pregonero no tuvo compasión alguna ya que alrededor del 90% de su pregón ¡fue en verso! ¿Merecía eso Sevilla? ¿Lo merecía el alcalde? ¿El arzobispo? ¿Lo merecían las numerosísimas autoridades religiosas, civiles y miliares presentes en el acto? ¿Lo merecían, en fin, la Virgen de la Amargura, la Virgen del Rosario, la de las Aguas, tan reiteradamente glosadas por el multicofrade Segura en su devastadora ofensiva lírica?

Pero al pregonero se le puede perdonar. A fin de cuentas lo eligen para eso, y una vez elegido no puede decir que no. A quienes no debemos perdonar jamás es a los innumerables intrusos que en estos días se toman la poesía por su mano e inundan las páginas de los periódicos y los espacios de las radios y las televisiones locales de un lirismo estomagante y polvoriento del cual es imposible escapar si se vive en Sevilla. ¿Qué se puede hacer? En realidad, poca cosa: marcharse de Sevilla pero eso cuesta dinero; rezar pero para eso hay que ser creyente; tirarse al Guadalquivir pero tampoco es eso. ¿Y entonces qué nos queda? Solo esto: escribir un artículo en legítima defensa y seguir soñando con una Semana Santa sin poetas ni pregoneros y, si pudiera ser aunque ello sea mucho pedir, ¡una Semana Santa sin poetas pregoneros!

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