Apuntes peripatéticos

El bodrio cotidiano

No puedo creer que un hombre tan razonable como Alberto Oliart, y además tan pulcro, esté a favor de que el horroroso espacio continúe día tras día acaparando el prime time que disfruta desde hace años. Al ex ministro le he escuchado muchas veces en tertulias radiofónicas. Le he leído. He seguido con interés sus actuaciones políticas. Y siempre me ha parecido modelo de sensatez y mesura. Siendo así habrá entendido, sin duda, que en régimen de televisiones con publicidad, la estatal incluida, TVE-1 no ha tenido más remedio que competir comercialmente con las demás cadenas. Por lo cual el programa que provoca este comentario, tan estratégicamente colocado antes de las noticias de la tarde, no se podía considerar moco de pavo. Pero ahora que llega, por fin, la supresión de la publicidad en RTVE, ¿qué posibles motivos puede haber para mantener un producto no sólo chabacano, mediocre y huero sino que propaga, cotidianamente, un desaforado culto a la fama, al chismorreo de baja estofa, al lujo y a la obsesión de llegar "a lo más alto", de conseguir el "éxito más arrollador"?

La presentadora habitual de la bazofia –cuya imagen nos ha asediado además en la prensa durante todo el verano con anuncios de no sé qué agencia de vacaciones– parece albergar como finalidad en la vida la autopromoción hasta la saciedad. Dudo, en fin, que en la televisión pública de otros países europeos se ofrezca, en hora punta, tal despliegue de cretinismo.

Corazón corazón no tiene nada que ver con corazones de verdad. ¡Por favor, don Alberto, sea piadoso y alívienos la sobremesa!

Más Noticias