Apuntes peripatéticos

Ciudadanía

Que la derecha dura de este país no apoye la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que ha recurrido ante el Tribunal Constitucional, me parece la prueba más contundente de su abyección moral y de su renuncia a contribuir a la grandeza de la Patria de la que tanto se llena la boca. Porque sólo hace falta un mínimo de reflexión para comprender que, si a los jóvenes no les enseñamos valores cívicos, la tal Patria se va a ir al carajo. El PP alega que dichos valores se transmiten en casa, pero si fuera cierto España sería ya, desde hace tiempo, un país tranquilo y razonable. Y tendría –para escoger dos ejemplos medioambientales– protestas laborales que no incluyesen habitualmente le quema de neumáticos, tan nociva para el aire de todos, y aceras menos tapizadas de colillas.

Reconozco que a mí también me cuesta doblar la rodilla y recoger los desperdicios de turno con que me encuentro en mis paseos y meterlos en la papelera o contenedor más cercano. Y admito que me cuesta por un arraigado temor a hacer el ridículo, a que se burlen de uno, a que salgan con lo de que esto hay que dejarlo para los barrenderos, hombre, que por algo los pagamos. Tal miedo es difícil de superar cuando viene de lejos, pero hay que intentarlo.
Nos ayuda en la empresa, creo, el Antonio Machado de los proverbios y cantares, ese compendio de sabiduría popular y del etos vital de la Institución Libre de Enseñanza. Etos basado en el respeto, no sólo a otros seres humanos, sino al mundo natural del que formamos parte y a la que, no obstante, maltratamos con ciega persistencia.

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