Aquí no hay playa

Transversalidad: ¿disfraz o apuesta política?

Tras los falsos debates, que habría que preguntarse quién pone sobre la mesa, de las últimas semanas, parecen aflorar dos nuevas disyuntivas, dos nuevos campos semánticos para envolver las discusiones políticas en el seno de Podemos. Una versa sobre la (im)posibilidad de combinar "calle" e institución y cuáles son –para quienes pensamos que no solo son compatibles sino que ambas son necesarias- las formas de articulación y conexión entre ambas esferas. La segunda, sobre la que reflexionaré brevemente, gira en torno a la autenticidad y los disfraces.

Existe hoy un debate en Podemos sobre si lo que tenemos que hacer es "no disfrazarnos" y "decir las cosas como son". Y cabe preguntarse entonces: ¿Quién se está disfrazando? ¿De qué se supone que nos estamos disfrazando? ¿Cómo son las cosas que no las estamos contando? Recuerdo que, durante el estallido del 15-M, la caverna mediática insistía en "desenmascararnos", en demostrar que realmente éramos los mismos antisistema de siempre, cuatro perroflautas a los que había que quitar la careta. No querían, o no podían, entender que no se trataba de un plan maquiavélico de la izquierda (extraparlamentaria) para engañar a la gente y, en un momento dado, tras la señal adecuada, mostrar nuestra verdadera cara. ¿Tenían razón? ¿Consistió el 15M en una capa de pintura y barniz a lo que ya existía? Pese a lo que mantienen los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad, no. Afortunadamente, los procesos políticos que vivimos en nuestro país desde ese día no se pueden encerrar en una etiqueta, limitar a un grupúsculo o empaquetar en lo ya existente.

Cuando a principios de 2014 surgió Podemos, fueron muchos los intentos de categorización para una fuerza política que en pocos meses pateó el tablero político. Uno de los elementos que más desconcertaba a analistas, tertulianos y adversarios políticos era la permanente referencia a la transversalidad. En relación a este término, no olvidaré  cuando Pablo Iglesias reconocía con orgullo (¡cómo hacerlo de otro modo!) que él era de izquierdas -que se reconocía en esa tradición- pero que ni Podemos ni el país se podía conformar solo en concitar, movilizar y apelar a quienes se sienten identificados con esa etiqueta. Sin embargo, últimamente escucho algunas afirmaciones y declaraciones y pareciera todo lo contrario; como si no haber satisfecho las más altas expectativas de victoria electoral supusiera un enroque, una vuelta a posiciones esencialistas que aspiran, no ya a la conformación de una nueva mayoría social sino al intento de aglutinar únicamente a quienes se sitúan –como si las posiciones fueran fijas-  "a la izquierda del PSOE".

Hace unos meses, escribía junto a Héctor Meleiro sobre el quinto aniversario de Juventud SIN Futuro y algunos de sus aciertos, y señalábamos que la transversalidad no es un truco, no es un disfraz que uno se pone para ocultar lo que en realidad es. Considero que hay quienes han interpretado –sin maldad- a Podemos o al 15M como la manera de hacer de izquierdas a la sociedad española, como una estratagema para ocultar lo que realmente éramos y atraer a los incautos a nuestros postulados.

Yo, sinceramente, no me he sentido con un disfraz, ni en el 15M ni en Podemos. Ni mucho menos. Creo que recorremos senderos inexplorados, con aciertos y errores, en el intento de conformar una nueva mayoría social que se construye en el anhelo de una sociedad más justa y democrática. No se trata de disfraces, sino de una apuesta política, arriesgada sin duda, de no satisfacernos con que se recomponga el tablero y se desarrolle la misma partida pero con nuevas posiciones (institucionales) conquistadas. Nos enfrentamos a algo mucho más complejo y extraordinario que refundar el enésimo partido de izquierdas o imitar al PSOE, sino que estamos ante el reto de crear una herramienta política que entienda los momentos políticos, que sea útil para las necesidades y derechos de la mayoría -con lo que ello implica para los privilegios de las élites-, que se despliegue por el territorio, que incorpore cada vez a más gente innovando en el repertorio de participación, que no se conforme con ser "el partido de los movimientos sociales", que aspire a generar certezas y horizontes de futuro para capas más amplias de la población y que amplíe los límites de lo posible.

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