Aquí no se fía

La segunda vuelta de la reforma laboral

La desbordante satisfacción con que han sido acogidas por el Gobierno las úlimas cifras de paro registrado excede, sin duda, lo que la realidad reflejada en ellas merece. A 31 de mayo, estaban inscritas en las oficinas de los servicios públicos de empleo 98.265 personas menos que a finales de abril. Pero -como ya se ha dicho por activa y por pasiva- que el paro registrado baje en mayo de forma significativa no supone ninguna novedad, debido al aumento de las contrataciones que suele producirse en vísperas de la temporada turística.

Hay un dato que habla por sí solo: casi la mitad de las altas en la Seguridad Social correspondieron el mes pasado a la hostelería y adolecen, por tanto, de un fuerte carácter estacional. Lo más seguro es que, cuando termine el verano, la mayoría de los que ahora han encontrado trabajo en ese sector vuelvan a las listas del paro y que las cosas, por desgracia, se retrotraigan a la situación anterior. Por el contrario, las altas en la industria apenas representaron un 2,5% del total.

Sin embargo, la estacionalidad no es el único factor que debería haber atenuado el optimismo del Gobierno por las últimas cifras de paro registrado. De 1.283.361 contratos suscritos, sólo 95.859 tuvieron carácter indefinido; es decir, menos de uno de cada diez. Y eso -que también es habitual en mayo- echa por tierra uno de los grandes pretextos con los que Rajoy intentó justificar su catastrófica reforma laboral de febrero de 2012: la conveniencia de reducir la persistente dualidad del mercado de trabajo. Una reforma que, en su primer año de vigencia, se llevó por delante 800.000 empleos, según la EPA, y que va a acabar con la dualidad, pero porque a este paso sólo van a quedar contratos temporales en España.

No se trata de un puro sarcasmo: es evidente que las empresas están utilizando la normativa que les sirvió el Gobierno en bandeja para quitarse de encima por cuatro duros a sus trabajadores más caros.Y una prueba de ello es el espectacular incremento de los ERE, tanto de suspensión como de extinción, desde que se puso en marcha la reforma laboral. Gracias a las facilidades concedidas para aplicarlos sin autorización administrativa y sin necesidad de acuerdo con los sindicatos, los despidos colectivos aumentaron un 58% entre enero de 2012 y enero de 2013. Lo que ayuda a explicar por qué hemos a llegado a los seis millones de parados.

Ahora toca la segunda parte de la jugada: sustituir a los trabajadores que se fueron a la calle por otros más baratos, sobre cuya cabeza pende además el riesgo que siempre encierra un contrato temporal. Así que, si ese era el objetivo, entonces sí: enhorabuena. Misión cumplida, señor Rajoy.

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