Aquí no se fía

Ni empleo ni votos

Las políticas de austeridad aplicadas por los dos grandes partidos españoles, siguiendo los dictados de Alemania, han tenido ruinosas consecuencias para los trabajadores, pero también para el PP y el PSOE, al menos en términos electorales. La evolución del empleo y las últimas estimaciones conocidas sobre expectativa de voto, que esta misma semana ha hecho públicas el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), son buena prueba de ello.

Según datos oficiales, en abril de 2010, justo antes de que José Luis Rodríguez Zapatero sucumbiera a las presiones de Angela Merkel y emprendiera un camino suicida, había 17.648.660 afiliados a la Seguridad Social. Casi cinco años y muchos recortes después, especialmente duros desde que Mariano Rajoy llegó a la Moncloa en diciembre de 2011 gracias a un montón de amables promesas que nunca ha llegado a cumplir, la cifra de cotizantes es de 16.575.312.

Eso significa que los hachazos al presupuesto público que dio el último Gobierno socialista en mayo de 2010 y todos los que vinieron a continuación, ya de la mano del PP, no sirvieron para frenar la caída del empleo derivada del estallido de la crisis económica. Antes al contrario, desde entonces y hasta el pasado mes de enero, se han perdido 1.073.348 puestos de trabajo en números redondos, lo que no parece hablar mucho a favor de esas controvertidas políticas.

Si nos fijamos sólo en los asalariados que pertenecen al régimen general de la Seguridad Social (la inmensa mayoría), los resultados son todavía peores, porque han retrocedido cerca del 9%, frente a un descenso del 6% en el número total de afiliados al sistema. Descenso este último, por cierto, que sería mayor de no haber mediado la regularización de las empleadas del hogar del primer semestre de 2012, que consiguió cosechar cotizantes, pero no trabajo nuevo.

Tan mala recompensa por los duros sacrificios exigidos a los ciudadanos está teniendo notables repercusiones políticas y, según todas las encuestas, es altamente probable que acabe con el bipartidismo instalado en España desde 1982. Un par de datos avalan esta afirmación: en el último barómetro del CIS previo a mayo de 2012 (el de abril), PSOE y PP sumaban una expectativa de voto del 56,7%, mientras que en el conocido hace pocos días no pasaban del 49,5%.

Aunque no parezca una diferencia espectacular, ha ocurrido algo tan significativo como que las dos opciones tradicionalmente mayoritarias ya no atraen juntas ni a la mitad del electorado, cosa que explica la briosa irrupción de otras fuerzas. Por supuesto que en el desplome del PP y del PSOE influyen factores como la corrupción, lamentable protagonista de la política española durante los últimos años; pero algo querrá decir que el principal beneficiario de su caída sea un declarado enemigo de los recortes como Podemos.

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