Aquí no se fía

Primero nos exprimen y ahora nos piden el voto

No veo muy convencidos a los dirigentes del PP sobre los réditos electorales que pueden sacar a corto plazo de la "recuperación" proclamada por el Gobierno, sobre todo tras el estrepitoso batacazo de su candidato en las autonómicas andaluzas del pasado 22 de marzo. Tampoco Rajoy debe de tener muy claro que el partido esté dispuesto a jugárselo todo a esa baza, y de ahí el sermón que soltó el otro día en la Junta Directiva Nacional, a cuyos miembros exigió que defiendan con orgullo los supuestos éxitos que su política económica ha cosechado.

Resulta comprensible que a los dirigentes del PP les llene de aprensión la perspectiva de presentarse ante los electores con el argumento de una recuperación que en todo caso viene precedida de incontables sufrimientos y que, según las encuestas más fiables, sigue sin percibirse en la calle. Esos dirigentes son lo suficientemente experimentados como para saber que no será fácil pedir el voto a los ciudadanos con una sonrisa de oreja a oreja después de haber estado puteándolos sin  compasión durante tres largos años.

A mí, personalmente, no me dan pena ninguna, sobre todo aquellos que llevan justificando lo injustificable desde que comenzó la legislatura, cuando no fueron precursores de las inútiles e injustas políticas de austeridad a ultranza aplicadas luego por Rajoy, como algunos barones regionales. Pero entiendo que ahora no sepan cómo salir de ésta, más aún cuando su teórico líder es incapaz de proporcionarles una munición política de mayor calidad y evitarles así el bochorno de tener que moverse en la arena electoral como pollos sin cabeza.

Porque la recuperación tiene muy difícil venta, incluso si se hace realidad el sueño de Rajoy de poner fin a su mandato con las mismas cifras de empleo dejadas por Zapatero, que ya es conformarse con poco. Al fin y al cabo la gente no es tonta y sabe que los puestos de trabajo que se han creado desde la entrada en vigor de la reforma laboral en febrero de 2012 son más inestables y están peor pagados que los que a su amparo se destruyeron. Es decir, que los trabajadores, aunque no estemos en paro, vivimos en general bastante peor que antes.

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