Aquí no se fía

No hagáis caso a Rosell y cumplid los programas

Juan Rosell, el presidente de CEOE, es un tipo con una extraordinaria propensión a decir inconveniencias. Y, después de todas las tonterías que hemos tenido que escuchar sobre el 24 de mayo, la verdad es que se echaba en falta alguna suya. Pero ya no tendremos que esperar más. Inquieto quizás por el cambio político que dictaron las urnas el domingo, Rosell vino a decir ayer que los partidos deben olvidarse de sus programas. Porque una cosa son las campañas electorales y otra muy distinta sentarse en el despacho y ponerse a gobernar.

Algo de razón tiene el hombre. Lo que pasa es que hay cosas que no se pueden despachar con ese desparpajo. Sobre todo en un país donde no cumplir los programas sale últimamente bastante caro. Que le pregunten, si no, a Zapatero, que se condenó a sí mismo a los infiernos cuando, en mayo de 2010, se avino a hacer lo que había prometido no hacer nunca. O a Rajoy, que en la campaña previa a las elecciones generales de 2011 juró y rejuró cosas que luego le faltó tiempo para enmendar, so pretexto de una herencia recibida que ha usado como justificación de todos sus incumplimientos.

Zapatero sucumbió a las presiones de Angela Merkel y de los burócratas bien pagados de Bruselas e inició la nefasta senda de los recortes. Al año siguiente, en justo pago a su desatino, el PSOE perdió casi todo el poder territorial que tenía y, pocos meses después, obtuvo los peores resultados de su historia en las elecciones generales, con Rubalcaba como víctima propiciatoria. Rajoy, que prometió no tocar los gastos sociales, ni subir los impuestos y otras muchas cosas más, hizo luego mangas y capirotes de sus promesas. Y los ciudadanos, claro está, no han tardado en pasarle factura.

Ahora, a Rosell no se le ocurre nada mejor que aconsejar a los partidos (se entiende que sobre todo a Podemos) que se olviden de sus programas y gobiernen como convenga a las circunstancias. Como si estuvieran nutridos por esos políticos de la casta que utilizan sus compromisos para engatusar a los electores y, antes incluso de tomar posesión, se olvidan de ellos para siempre. Yo no sé si harán caso a Rosell, aunque lo dudo. Y, en cualquier caso, no se lo recomiendo en absoluto, porque los ciudadanos (la mayoría de los ciudadanos) estamos hasta el mismísimo moño de que nos tomen el pelo.

Tierno Galván (que parecía irónico, pero era un cínico) dijo una vez que los programas electorales se hacen para no cumplirlos. Puede que tuviera razón. Pero quienes han vibrado de emoción con Pablo Iglesias, con Manuela Carmena o con Ada Colau esperan que no sea así, al menos en el caso de aquellos a quienes han votado. La gente no es inconsciente y sabe que el cielo no se puede asaltar a las primeras de cambio. Sobre todo cuando los problemas van a llegar en avalancha y seguramente serán cicateros los apoyos. Lo que no parece probable es que esa misma gente esté dispuesta a aceptar sin más una nueva decepción.

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