Aquí no se fía

Patriotas del beneficio

Es frecuente oír de boca de los liberales que subir los impuestos o incluso perseguir el fraude incentiva la expatriación de capitales. Como si sus dueños necesitaran excusas para poner el dinero, abierta o subrepticiamente, allí donde les viene en gana. Que suele ser, por supuesto, el sitio en el que más rendimiento financiero y fiscal le pueden sacar.

Viene esto a propósito de los últimos datos publicados por Hacienda sobre el patrimonio que los españoles tienen en el extranjero. Unos datos que, dicho sea de paso, seguramente estén muy por debajo de la realidad, pues reflejan sólo lo declarado por sus titulares desde que hace apenas dos años se impuso la obligación de hacerlo, bajo pena de sanción.

Aun hecha esa salvedad, no estamos hablando precisamente de calderilla. Son nada menos que 91.000 millones de euros, en número redondos, que no se invierten en España sino fuera. Y la mitad de los cuales están a buen recaudo en paraísos fiscales (Suiza, Luxemburgo, Andorra...), sin duda porque a sus dueños les resulta más rentable.

Puede que en estos tiempos algunos de ellos alardeen de patriotas, de la patria que sea; pero en realidad su única patria –y no digamos ya si se trata de grandes empresas– es el beneficio. No porque con él puedan crear riqueza y empleo, como nos quieren hacer creer; sino pura y simplemente para engordar cada vez más sus bolsillos.

La responsabilidad social les vale solamente como eslogan o a lo sumo la traducen en repartir unas migajas de lo que les sobra. Nada quieren saber, en cambio, de que la mejor responsabilidad social, la más encomiable, la exigible en cualquier Estado democrático, sobre todo a los pudientes, es pagar sin regateos los impuestos.

Quienes le bailan el agua -incluidos algunos gobiernos- andan siempre con la cantinela de que esa gente se irá con la música a otra parte a nada que se les aprieten las tuercas. Pero no es verdad, porque ya tienen los huevos en otras cestas o conseguirán inventarse nuevos mecanismos de elusión fiscal, como en su momento inventaron las tristemente célebres sicav.

Porque aportar lo menos posible a la caja común, bordeando o saltándose la legalidad, eso sí que lo harán mientras puedan.

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