Aquí no se fía

Por qué no me creo esta recuperación

Después de haber impuesto innumerables sacrificios a los españoles, el presidente del Gobierno tiene que someter sus políticas y las de su partido al veredicto de las urnas a lo largo de 2015. Y no sólo una vez, sino tres: con motivo de las elecciones municipales y autonómicas previstas para mayo y de las generales que, en teoría, deberían celebrarse en noviembre. Por eso, Mariano Rajoy lleva meses prodigando mensajes de optimismo, que culminaron hace poco cuando aseguró que la crisis era "historia del pasado", que éstas serían "las navidades de la recuperación" y que el año recién estrenado llegará "el despegue definitivo de la economía". Sin embargo, a nada que se rasque un poco su superficie, incluso los grandes indicadores presentan un aspecto menos halagüeño del que aparece en su versión oficial. Mencionarlos todos sería demasiado prolijo, pero merece la pena detenerse al menos en aquellos sobre los que el Gobierno saca pecho con mayor insistencia.

- Crecimiento. La última información disponible pertenece al tercer trimestre de 2014 y refleja un avance del Producto Interior Bruto (PIB) en términos anuales del 1,4%, que cae al 1% si se calcula a precios corrientes, debido a la desinflación que arrastra la economía española. Esa mejora no es fruto ya del tirón de las exportaciones, que están teniendo una aportación negativa difícilmente compatible con el aumento de la competitividad del que tanto presume el Gobierno. Antes bien, obedece a un repunte de la demanda interna, explicable por la necesidad de muchas familias y empresas de reponer bienes de equipo duradero que no habían podido permitirse el lujo de renovar en la fase más aguda de la crisis. Como parte de ese repunte se ha traducido en compras en el extranjero, la balanza por cuenta corriente acumuló en los diez primeros meses del año un déficit de 5.400 millones de euros, frente a los 11.200 millones de superávit registrados en 2013. Todo lo cual denota un patrón de crecimiento insostenible a medio plazo.

- Empleo. Los dos principales indicadores oficiales reflejan un cambio de tendencia en el mercado laboral. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre de 2014, en septiembre había 17.504.000 ocupados, un 2% más que al principio del ejercicio. Por otra parte, la Seguridad Social sumó 473.166 afiliados entre enero y noviembre, con la consiguiente bajada de la tasa de paro. El problema es que el aumento del número de ocupados y de cotizantes no responde a una mayor actividad, como ponen de manifiesto los últimos datos de la Contabilidad Nacional que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE). El número total de horas trabajadas en España está estancado y eso significa que se reparte el mismo empleo entre más personas, normalmente con peores salarios y condiciones laborales. Cosa que tiene mucho que ver con las facilidades que el Gobierno dio a los empresarios en la reforma laboral para deshacerse de la mano de obra cara y con el uso masivo de los contratos temporales y a tiempo parcial.

- Déficit público. Rajoy heredó un déficit público equivalente al 9,6% del PIB y justificó todos los incumplimientos económicos y sociales de su programa electoral con el argumento de que la prioridad debía ser reducirlo. Durante su primer año de mandato, sin embargo, escaló hasta el 10,6% por culpa del rescate de las cajas de ahorros y, en particular, de Bankia, que absorbió más de la mitad de las ayudas recibidas para impedir la quiebra del sistema. En 2013, el déficit del conjunto de las administraciones públicas bajó al 7,1% y en octubre de 2014 se situaba en el 4,05%, para un objetivo anual del 4,4%. A cambio de ese descenso, la sociedad española ha sufrido un empeoramiento de sus servicios sociales y subidas de impuestos, como el IVA y el IRPF, que el PP se había comprometido a bajar. Un esfuerzo que no ha evitado que la deuda pública, que al cierre de 2011 representaba el 70,5% de la riqueza nacional, sea hoy casi treinta puntos mayor, tras superar de largo el billón de euros.

La pérdida de empuje de las exportaciones, con la consiguiente reaparición del déficit exterior; el hecho de que la economía todavía no genere nuevo trabajo, sino empleos cada vez de peor calidad, y el lastre que supone una deuda pública prácticamente igualada ya con el PIB no son buenos indicadores. Por el contrario, constituyen serias amenazas y una prueba elocuente el enfoque erróneo de las políticas anticrisis emprendidas por la derecha en España bajo la amenaza alemana de cortar la financiación. Pero, claro, de eso no le interesa hablar al Gobierno, que a estas alturas sólo tiene en la cabeza el apretado calendario electoral y lo mucho que su partido se juega.
.
Puedes seguirme en Twitter: @vicente_clavero
.

 

Más Noticias