Aquí no se fía

El cinismo de Esperanza Aguirre con la universidad

Esperanza Aguirre, esa señora que tiene el privilegio de pasarse por el forro a la autoridad sin que los jueces le afeen su conducta, ha publicado recientemente un artículo ponzoñoso, en el que pintaba la universidad española como un nido de aprovechados, cuando no de corruptos, que hacen lo imposible por hundirla en los últimos puestos de todos los rankings mundiales de enseñanza. El objetivo de su dicterio era dar a Podemos una patada en el culo de la universidad, a propósito de las supuestas irregularidades en que habrían incurrido dos de sus más significados líderes, Juan Carlos Monedero e Iñigo Errejón, profesor uno e investigador el otro, y que no les han hecho acreedores de sanción alguna, al menos de momento, ni en el ámbito administrativo ni en el tributario ni en el penal. Según la presidenta del PP de Madrid, esos dos casos han permitido poner la lupa sobre una institución, la universitaria, llamada a desempeñar "un papel esencial en la vida nacional" y que se ha visto que está "en muy profunda crisis", incapaz de cumplir "ninguna de las funciones para las que fue creada y para las que los ciudadanos españoles la sostienen con sus impuestos".

Que Esperanza Aguirre salga por este registro tan mal pertrechada de argumentos es una prueba más, si hiciera falta, de su convencimiento de que en política vale todo siempre que sirva para recoger algún voto o estropearle la cosecha al adversario, y con mayor motivo aún si se pueden matar los dos pájaros de un tiro. También demuestra el cinismo que la lideresa derrocha allá por donde pasa, como si ella, que ha ocupado cargos de responsabilidad política durante treinta años ininterrumpidos en el Gobierno, en el Senado, en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de la capital, acabara de caerse de un guindo y no tuviera culpa de nada. Porque claro que la universidad española tiene problemas, sobre todo la pública, y desde hace muchos años; pero a superarlos no ha ayudado precisamente Esperanza Aguirre ni tampoco el PP, sino más bien todo lo contrario. Particularmente perturbadoras han sido sus medidas económicas, dentro de la estúpida vorágine de los recortes, que no han hecho otra cosa que agravar los sufrimientos de los españoles, al tiempo que provocaban efectos devastadores en pilares tan sensibles del Estado del bienestar como la sanidad o la enseñanza, víctimas hoy de una insoportable precariedad.

A esa universidad, de cuyos resultados ahora se queja, le arrebató Esperanza Aguirre de sólo tres dentelladas 170 millones de euros en sus últimos años como presidenta regional, entre 2010 y 2012: casi un 10% del dinero con que contaban los campus de la Comunidad de Madrid para desarrollar sus funciones. Sólo a la Complutense, la sinrazón de la austeridad le privó de 80 millones y le obligó a prescindir de profesores, a abstenerse de hacer inversiones y a no incurrir en gastos que eran necesarios para mantener una cierta dignidad. Yo he visto con mis propios ojos cómo un despacho quedaba inutilizado durante semanas porque no había dinero para reparar el techo repentinamente hundido, o cómo un doctorando tenía que pagar de su bolsillo el agua que se iba a servir a los miembros del tribunal en el acto de defensa de la tesis. Por no hablar de los docentes interinos que se han quedado sin trabajo, del personal administrativo al que no se le ha renovado los contratos o de los laboratorios obligados a funcionar bajo mínimos, si no a echar el cierre por falta de presupuesto. De todo eso no tienen la culpa ni Monedero ni Errejón, como no la tienen de los miles alumnos que se han visto privados de terminar sus carreras como consecuencia de la brutal subida de las tasas académicas y de los hachazos que ha dado a las becas ese otro gran benefactor de la enseñanza pública que se llama Ignacio Wert.

Si la universidad ya estaba en una situación delicada, él, Esperanza Aguirre y otros conmilitones suyos no han hecho más que empeorarla, mientras le dedicaban todo tipo de denuestos, como queriendo justificar así su empeño en producirle la asfixia económica, en vez de dotarla de medios suficientes para que fuese cada vez mejor y para que ayudara a emerger los talentos que tanto necesita España. No sé si con objeto de disimular los destrozos que ha causado o porque nos cree más tontos de lo que somos, Esperanza Aguirre nos viene ahora con que el problema de la universidad es que en ella campa gente como la de Podemos, que adoctrina a los estudiantes, trabaja poco y son carne de corruptelas. Y eso lo dice una destacada dirigente del PP, que está metido hasta el cuello en el fango, y la culpable de que la educación superior en Madrid esté al borde de la más pura indigencia. Hace falta tener muy poca vergüenza.

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