Aquí no se fía

El "contradiós" de la banca

Hace mucho tiempo, demasiado quizás, nos enseñaban en la universidad que la función de la banca consistía en captar depósitos y dar créditos, convirtiendo de esta forma el ahorro en inversión. Su negocio radicaba en cobrar intereses más altos a los clientes de activo que los que se pagaban a los de pasivo, para cubrir los costes de intermediación y que aun quedara un margen de beneficio.

La banca, sin embargo, se ha complicado tanto en las últimas décadas, fuera de España y dentro también, que cada vez resulta más difícil reconocer en ella la función para la que se creó. Sobre todo desde que se generalizaron las comisiones de mantenimiento, que es la forma elegida para sablear también a quienes facilitan su materia prima a la industria financiera.

Como consecuencia de ello, los bancos cobran hoy con toda naturalidad, al mismo tiempo, por prestar dinero y porque se lo dejen, salvo que los depositantes se acojan a determinadas promociones o disfruten de una capacidad negociadora que la inmensa mayoría no tenemos. O sea, que poco a poco, olvidando para qué nacieron, han conseguido montar un negocio perfecto.

Lo que pasa es que ahora se les plantea un problema muy serio, al caer algunos tipos de referencia (y más concretamente el euríbor) por debajo de cero. Todavía pueden aguantar el tirón, porque buena parte de créditos están gravados con un porcentaje adicional de interés; pero ¿qué ocurrirá cuando eso no baste, una vez prohibidas las cláusulas suelo?

El presidente de las Asociación Española de Banca (AEB), José María Roldán, ha dicho esta semana que sería "un contradiós" que, en tales circunstancias, las entidades tuvieran que pagar por prestar dinero. Según él, se trata de una hipótesis nada sana, ni sostenible, ni razonable y, antes de que se hiciera realidad, deberían tomar cartas en el asunto el Gobierno y el Banco de España.

Desde luego, sería raro que ocurriera algo así; yo diría incluso que es impensable en un sistema como el nuestro, en el que, pase lo que pase, siempre acaba ganando la banca. Pero en ese contradiós andamos metidos el común de los mortales, todos los que tenemos el dinero en una cartilla de ahorro o en una cuenta corriente. Y en nuestra ayuda no acude nadie.

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