Aquí no se fía

La (no) derogación de la reforma laboral

Pedro Sánchez lleva mareando la perdiz con la reforma laboral desde la campaña previa al 20-D. Pese a lo que había defendido antes, en su programa electoral no se decía nada de derogarla. Tampoco hay ni una palabra al respecto en el acuerdo de investidura con Ciudadanos. Sin embargo, de cuando en cuando, el secretario general del PSOE asegura que acabará con ella si llega a presidente del Gobierno. Otras veces, para dar satisfacción a sus socios, sostiene todo lo contrario.

A mí tantos titubeos me hacen temer lo peor. Creo que la reforma laboral debe derogarse sin demora, por sus catastróficos efectos sobre el empleo y porque es un símbolo de las políticas involucionistas del PP. Ningún Gobierno puede llamarse "de cambio" si mantiene vigente la reforma laboral un minuto más del imprescindible para que no se produzca un indeseable vacío legal. No hace falta esperar a la negociación, seguramente larga, de un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Basta con volver a la normativa anterior.

Si he de serles sincero, no veo a Pedro Sánchez con la libertad de movimientos necesaria para adoptar una decisión así. Al menos, mientras siga atado a su acuerdo con Ciudadanos, que está impregnado de una ideología no precisamente socialdemócrata en materia laboral. Aun en el caso de que se desvinculara de él, dudo que el líder del PSOE tuviera el arrojo suficiente para contrariar a los poderes económicos; a los de aquí y a los que campan por Bruselas. Unos poderes económicos a los que la reforma laboral incluso les supo a poco.

Sólo un pacto de izquierdas podría abrir las puertas a la derogación. Y tampoco estoy plenamente seguro de que la consiguiera, pese a las escasas simpatías que la reforma laboral despierta en la opinión pública. No olvidemos que Alexis Tsipras también contaba con un amplio respaldo social cuando llegó al poder, y tuvo que envainarse la mayoría de sus promesas, incapaz de resistir las descaradas amenazas de los halcones europeos. Porque ésos, mal que nos pese, son gigantes y no molinos de viento.

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