Aquí no se fía

Carnaza fiscal

Mariano Rajoy ha conseguido, en vísperas del inicio oficial de la campaña electoral, que el debate gire en torno a los impuestos. No es nada nuevo: ya lo hizo antes de las generales del 20 de noviembre de 2011, con los resultados de todos conocidos. La promesa de bajar la carga fiscal que soportaban los españoles, conservando el gasto social, le ayudó a cosechar una amplia mayoría absoluta. Luego, claro, ocurrió lo que ocurrió: so pretexto de la herencia recibida, subió el IRPF y el IVA, además de dejar hechos unos zorros, entre otros, los presupuestos de dependencia, sanidad y educación.

Rajoy sabía que no iba a cumplir sus alegres promesas de la campaña electoral del otoño de 2011. Alegar después, como alegó, que desconocía la situación real de las cuentas que le dejó José Luis Rodríguez Zapatero fue, simple y llanamente, una impostura. Rajoy tenía plena conciencia de que la herencia no sería buena, porque él mismo se encargó de pregonarlo así durante muchos meses antes de tomar el relevo. Pero de lo que se trataba era de engatusar a los votantes, aun a costa de mentirles descaradamente, como el tiempo se encargó pronto de demostrar.

Ahora vuelve por sus fueros, a pesar de que la Comisión Europea ha exigido un hachazo de 8.000 millones de euros a los gastos sólo este año. Cómo va a conciliarlo con una rebaja de impuestos es algo que Rajoy no ha sido capaz de explicar, aunque su ministro de Economía, presa de un exultante optimismo electoral, ha asegurado que ambas cosas son perfectamente compatibles. ¡Qué lejos parece quedar la época en que la reducción del déficit era dogma de fe y, con tal de cumplir con ella, no importaba dejar sembrado de cadáveres el camino!

¿Ustedes creen, de verdad, que las cosas están  como para comprar la mercancía que intenta vender Rajoy? Yo creo que no, y tampoco lo cree el resto de las fuerzas políticas, que en sus programas plantean fórmulas tendentes a conseguir aumentos significativos de la recaudación, todavía muy inferior en España a la media Europea. Pero eso le conviene al PP, porque le diferencia de los demás en un asunto de alta sensibilidad para su electorado y para quienes campan por los predios de alrededor.

Promesas como ésa son las que están deseando oír quienes, tras la calamitosa legislatura 2011-2015, necesitan cargarse de razones antes de volver a depositar en las urnas un voto a favor del PP. Que luego Rayoy la cumpla o no es algo que ya se verá. Si no la cumple, quedará de nuevo como un mentiroso; pero será su mentiroso. Y, además, siempre habrá una excusa que poner. Lo que ocurre es que esta vez no podrá echarle la culpa a Zapatero, porque quien deja la herencia es él.

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