Aquí no se fía

Prepárense para salvar de nuevo a la banca

El FMI nunca ha gozado de grandes simpatías, sobre todo en los países que se vieron en la necesidad de aplicar sus recetas económicas a cambio de ayuda financiera. Pero el dudoso crédito de este ariete del liberalismo mundial tocó fondo a raíz de la recesión iniciada en 2008, que los chicos del FMI no supieron o no quisieron prevenir. Por cierto que, en aquella época, su director gerente era un tal Rodrigo Rato, muy celebrado como artífice del "milagro económico español" y que daría la verdadera medida de su valía e integridad con la salida a Bolsa de Bankia y el uso de las tarjetas black.

Pese a estos antecedentes, las previsiones y recomendaciones del FMI siguen mereciendo a mucha gente la misma consideración que si provinieran del infalible Oráculo de Delfos. Sobre todo a aquella gente a la que le gustan y que no es, precisamente, la más desvalida del planeta: propietarios de grandes corporaciones, altos representantes del sistema financiero, dirigentes de partidos políticos conservadores, medios de comunicación de derechas... Todos ellos se sienten inspirados por los informes del FMI –cuando no los inspiran– y les valen para justificar algunas de sus tropelías.

Pues bien, ese organismo ha vuelto a abrir la boca recientemente y, aunque de un tiempo acá falla más que acierta, merece la pena detenerse en lo que ha dicho, porque a veces, cuando el FMI suena, es que agua lleva. Me refiero a su tenebrosa propuesta de dejar morir a los bancos débiles para reforzar a los sanos, como respuesta a los nuevos retos que plantea un prolongado contexto de bajos tipos de interés. Vamos, algo parecido a lo que nos contaron antes de la reestructuración bancaria en España, sólo que entonces el motivo fue la escalada de la morosidad hipotecaria.

Aquella cura de adelgazamiento, que se llevó delante a la práctica totalidad de las cajas de ahorros, hizo más fuertes a las entidades que ya lo eran y, con ello, agudizó un oligopolio histórico en el que hoy apenas tres o cuatro llevan la voz cantante. Lógicamente, la operación tuvo un precio elevado, que se pagó con dinero de todos; o, mejor dicho, que se irá pagando con dinero de todos durante Dios sabe cuántos años. Un dato habla por sí solo: el Banco de España ya da por perdidos 36.000 millones de euros, aunque al menos otros tantos están en el aire.

Ahora viene el FMI con que será necesaria una nueva vuelta de tuerca, porque los bajos tipos de interés estrechan los márgenes de las entidades financieras y pueden acabar "carcomiendo" los colchones de capital. Sí, exactamente: esos mullidos colchones de capital que, con nuestros impuestos, contribuimos a rellenar los contribuyentes, al mismo tiempo que se nos recortaban prestaciones en servicios sociales, educación o sanidad. Así que prepárense para disfrutar de un sector bancario más concentrado y poderoso y con menos competencia. Y, antes de salir, no dejen de pagar la cuenta.

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