Aquí no se fía

Los parados, esos parásitos

Todavía hay quienes sostienen que los parados son parásitos sociales, merecedores de repudio en vez de protección. Como si permaneciesen en esa situación por deseo propio, por falta de ganas de trabajar. Como si, en el fondo, no fuese más que una panda de gandules.

Los que así piensan, probablemente no han sufrido nunca los sinsabores del desempleo. O los han olvidado ya, que quizás sea aun peor. Y por eso niegan que el Estado tenga obligación alguna de ayudar a los parados, menos aún sin pedirles nada a cambio.

Para ellos van estas precisiones:

1.- No todas las personas que se encuentran sin trabajo disfrutan de algún tipo de prestación. A 31 de diciembre, eran sólo el 56,6%. El resto (más de 1.700.000) no recibe ni un euro . La cobertura, además, se ha desplomado durante la crisis debido a los recortes y al paro de larga duración. En 2007 se situaban en el 80,7%.

2.- La prestación por desempleo no es ningún regalo. A todos los asalariados se nos descuenta mensualmente un porcentaje de nuestro sueldo para costearla. Las empresas también cotizan con la misma finalidad. Exactamente igual que ocurre en el caso de la jubilación. Decir que los parados viven a costa del Estado es tan injusto como decirlo de los pensionistas.

3.- Es verdad que el subsidio de desempleo y otras ayudas extraordinarias creadas durante la crisis no tienen carácter contributivo. Pero eso no significa que sus beneficiarios las reciban gratis et amore. Se financian con cargo a los Presupuestos Generales, que nutrimos todos con nuestros impuestos. También los propios parados.

4.- Esas prestaciones no contributivas son de pura supervivencia y a veces ni eso. Las encuadradas en el Plan Prepara, por ejemplo, ascienden a 400 euros mensuales. Por lo tanto, no constituyen ninguna bicoca, al menos desde el punto de vista económico. Cosa distinta es que pueda haber abusos o fraudes, que en todo caso corresponde al Estado evitar, procurando que no paguen justos por pecadores.

5.- Contra lo que algunos repiten, la prestación contributiva, el subsidio y las ayudas extraordinarias no son incondicionales. Hay requisitos para acceder a ellas y seguir percibiéndolas. Además, sí se exigen contrapartidas a los parados, como participar en acciones que mejoren su ocupabilidad y aceptar los trabajos adecuados a su formación que se les ofrezcan.

En resumen: ni todos los parados viven del resto de los ciudadanos, ni las prestaciones son un regalo, ni permiten nadar en la abundancia, ni se conceden alegremente. Se trata de un derecho, que se va ganando con años de trabajo y cotización, y que sólo se puede denigrar desde la insolidaridad o la ignorancia.

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