Aquí no se fía

Para políticas fracasadas las suyas, señor Rajoy

Está bastante extendida la creencia de que, ante enfermedades complicadas, los médicos oscurecen adrede sus pronósticos. Así se curan en salud por si vienen mal dadas y se apuntan un mérito mayor si finalmente consiguen vencerlas. Pues bien, todo invita a pensar que Rajoy, en lo que atañe a la situación económica, se ha apuntado a esa estrategia. El Gobierno ha puesto en circulación unas previsiones tan pésimas que cualquier mejora será recibida con alivio, por muy pequeña que sea.

El problema estriba en que lo que mueve la economía son las expectativas, y los negros augurios lanzados tras el Consejo de Ministros de hace quince días han tenido un efecto anímico devastador. Seguramente por eso, Rajoy no ha dejado de prodigar desde entonces el mensaje contrario, intentando depositar un grano de esperanza sobre el mismo terreno que los tres jinetes del Apocalipsis –Sáenz de Santamaría, Guindos y Montoro– habían sembrado de desolación a conciencia.

Con su simpleza habitual, Rajoy ha justificado la calculada crudeza de aquel terrorífico aquelarre con el socorrido argumento de que los ciudadanos españoles merecen saber la verdad. Él, que es el presidente que más ha mentido para alcanzar el poder a base de prometer lo que no tenía ninguna intención de cumplir. Él, que precisamente por ello fue el protagonista de la campaña electoral más fraudulenta de nuestra democracia.

Dijo que los servicios públicos eran sagrados, pero le faltó tiempo para meterles hasta el fondo la tijera. Dijo que no tocaría las pensiones, pero ha elevado el copago farmacéutico y ha dejado sin financiación la ley dependencia, empeorando las condiciones de vida de los jubilados. Dijo que no abarataría el despido, pero ha atado de pies y manos a los trabajadores con su catastrófica reforma laboral. Dijo que bajaría los impuestos, pero los ha subido, incluido el IVA, como tanto le había reprochado a Zapatero.

Y lo peor, con diferencia, es que todos esos incumplimientos, a día de hoy, no han servido absolutamente para nada. El déficit público subió en 2012, porque nuestros sacrificios se fueron por el sumidero del rescate de la banca. El crédito a las empresas sigue sin fluir, porque las incontables reformas del sistema financiero que ha hecho el Gobierno han sido de momento un completo fracaso. Los salarios están en caída libre y ya hemos superado de largo los seis millones de parados.

A pesar de ello, Rajoy ha renovado la fe en sus políticas y ha contestado con displicencia a la oferta de pacto de Rubalcaba, asegurando que no piensa adoptar otras medidas que ya demostraron su fracaso. Es decir que, proponga lo que proponga la oposición, va a continuar su camino, como si la mayoría absoluta que recibió de las urnas hace año y medio le diera derecho a despeñarnos a todos por el barranco.
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