Aquí no se fía

El falso brote verde del comercio exterior

El Gobierno y sus palmeros –que, por cierto, cada vez son menos– andan muy ufanos por la marcha del comercio exterior. Según ellos, los últimos datos conocidos demuestran que la recuperación está ya a la vuelta de la esquina. Pero la realidad, mal que nos pese, es bastante distinta a lo que unos y otros pregonan.

Ciertamente, España cerró marzo con superávit comercial por primera vez en toda la serie histórica, que se inauguró en 1971. Ese mes las exportaciones sumaron 20.288 millones de euros, frente a unas importaciones de 19.653 millones. Es decir que facturamos a otros países 635 millones más de lo que les pagamos.

Sin embargo, eso no fue debido a la pujanza exterior de nuestras empresas, sino a una brutal caída de las compras de bienes y servicios. Las exportaciones aumentaron a lo largo del mes de marzo, sí, aunque sólo un 2%. Mientras que las importanciones bajaron nada menos que un 15%, cosa que no ocurría desde 2009, el peor año de la crisis.

¿Es esto una buena señal, como quiere hacernos creer el Gobierno, que necesita a toda costa ofrecer noticias positivas a la opinión pública? Ni mucho menos. Por la manera en que se ha producido, el superávit comercial de marzo constituye una prolongación de los males que siguen aquejando a nuestra economía.

No hay razón ninguna para pensar que la subida de las exportaciones sea fruto de una mejora de nuestra competitividad. Todo apunta a que si las empresas españolas venden más en el extranjero es, en líneas generales, porque están intentando colocar fuera lo que aquí no pueden vender, aunque sea a costa de tirar los precios.

Por otra parte, el desplome de las importaciones se explica fácilmente: ¿cómo no se va a dar ese fenómeno en un país con seis millones largo de parados, donde cada vez trabaja menos gente y la que trabaja gana cada vez menos?

Además, una de las partidas que peor se están comportando es la de compras de bienes de equipo, imprescindibles para la renovación tecnológica de las empresas, pero que requieren de una financiación ajena que ahora prácticamente no existe, debido a la persistente escasez de crédito.

Así que el comercio exterior no es un brote verde, qué va. Es más bien el fruto de la mala hierba, que el Gobierno ha hecho crecer a base de una catastrófica política de recortes y de una insensata reforma laboral que facilita aún más los despidos y, al fomentar la inseguridad laboral, ha traído una rebaja de los salarios.

Por eso sorprende que el Gobierno saque pecho con un asunto que no entraña mérito algunos, sino que es fiel reflejo de sus propias vergüenzas.

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