Puntadas sin hilo

El mundo es un horror

Ignacio Escolar publicó ayer un artículo extraordinario, titulado Muerte, miseria y teletrabajo: "Pilotos estadounidenses lanzan todos los días bombas sobre Afganistán con aviones teledirigidos desde los propios Estados Unidos y cenan cada noche con su familia, en su hogar".

Es la ferocidad fría y más inhumana. No se puede decir que ojos que no ven, corazón que no siente, porque esos pilotos lo ven desde sus pantallas de ordenadores de altísima precisión, y luego cenan y se repantingan en el sofá para comprobar si los noticiarios informan de lo suyo, antes de ver la serie de moda. En Hiroshima y Nagasaki al menos fueron unos pilotos a los que luego declararon héroes y malvivieron en su remordimiento. Con sabiduría decía el gran Mario Benedetti que "es difícil ser optimista cuando la humanidad está siendo manejada por una potencia tan cruel como EEUU".

La muerte a distancia, que actualiza la vieja pregunta de si seríamos capaces de apretar un botón en una habitación a oscuras, sin testigos, y matar a alguien desconocido y sin relevancia social alguna, que estuviera en nuestros antípodas de Australia, a cambio de una recompensa dineraria que nos solucionara la vida. Sí, seríamos capaces, reconozcámoslo, aunque en este momento creamos que no. La conciencia es algo maleable y encuentra justificaciones para lo más abyecto.

Aún será más abyecto cuando las otras grandes potencias también bombardeen lo que sea y a quien sea desde sus domicilios, vigilando el sueño de sus niños, agarrados a la videoconsola, con la coartada (in)moral de que es una guerra y no voluntario. Ellos son unos mandados. Es un trabajo como otro cualquiera. Es el futuro. En el mundo ha habido más de siete mil guerras en la historia de la Humanidad. ¿Por qué? ¿Qué más da? Lo importante es comer palomitas y después hacer el amor.

No te conozco, pero enhorabuena, Ignacio.

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