Puntadas sin hilo

En un lugar de Castilla-La Mancha...

 

... de cuyo nombre tienen ustedes conocimiento, fue proclamada ayer Dulcinea de Albacete candidata a comendadora por don Quijote Rajoy, en compañía del barbero Pons, el ventero Arenas y Maritornes Aguirre, con la significada ausencia  del cura Camps.

 ¿Qué méritos presentaba Dulcinea Cospedal, por fuera de aquel lejano renombre de Miss Feria de Albacete? : carretones de insidias y acusaciones para el Santo Oficio: el Reino de las llamadas Españas vivía en un estado de guardias permanentes, avanzados los siglos denominado policial. A la bella molinera llegó noticia de que ilustres personajes de su comarca los vigilaban siniestros bandoleros contratados por facciosos. Y el enemigo del pueblo no era quien pretendía ser al igual que ella comendador de la tierra conocida  como Castilla-La Mancha, antes bien, para oprobio del tal figurante Barreda fue ignorado  por la pícara molinera, y ante el Corregidor manifestó que el auténtico maligno se dedicaba al vil oficio de zapatero, remendón que consiguió que los habitantes todos del Reino caminaran descalzos, dado que en su ignorancia no disponía ni de puntas ni de pieles curtidas, tan olvidadizo fue cuando acudió sin doblones ni principios al mercado (aún nacional y más tarde abarcador de aquellas tierras que se bautizarían Europa).

Los asistentes a las nupcias de Dulcinea con el pueblo  clamaban su satisfacción, entregados y dando razón a sus sinrazones y dislates. Y eso que le había precedido, por mor de la cortesía propia de hidalgo, el Caballero andante don Quijote, sin Rocinante ni más lanza que la lengua, afilada y presta a lo que en tiempos venideros llamarían el toco-mocho de estampitas repetidas con el lema hay que decir la verdad, hay que decir la verdad, creyéndose el ingenioso Caballero que él la decía.

El mediodía sería cuando, entre euforias y plácemes, se plagió el dicho célebre en la Reconquista de Ancha es Castilla-La Mancha, con coros reforzados de A por ellos, a por ellos, oé, oé, oé, por causa de que un zagal de la vecindad de Albacete nombrado Andrés Iniesta había hecho fama con un menester lúdico aún no denominado balompié. Y todos se pusieron a fabricar navajas.

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