Puntadas sin hilo

¿Qué pensamos de los bancos?

 

 

Hale, a despacharse a gusto, un día es un día. Lo grave es que seguramente pensaremos que son necesarios. ¿Lo son? ¿Cómo sería un país sin bancos? ¡Si hasta China los tiene! ¡Qué más da si se quedan con el piso y todo tu patrimonio presente y futuro hasta que les pagues el último euro de la hipoteca, no haber firmado el contrato, qué más da si para que te concedan un crédito debes tener al menos el triple, o el quíntuplo, o lo que les dé la gana, de lo que pides!

Los bancos son la usura disimulada, no tienen corazón, los accionistas le exigen no tenerlo. Ellos nunca tienen la culpa de nada, no responden de nada, da igual que con su avaricia delictiva provoquen crisis mundiales, y para que no quiebren hay que ayudarlos, a los pobrecitos. Si no les ayudamos, perdemos nuestros ahorros, nuestras cuentas, todo lo no guardado en el calcetín, es la pescadilla y la cola de bien organizado que lo tienen.

De las tres instituciones que dominan e imperan en las democracias, no, no, no el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, sino el Ejército, la Iglesia y la Banca, que son los que mandan de verdad, los Gobiernos han podido, el español también, con el Ejército, pero no con la Iglesia ni con la Banca, y también con la Iglesia algo y en cierto modo, pero no con la Banca en nada ni en ningún modo. Dicen, opinan, ordenan, dan, quitan, mientras se ponen las botas la Entidad y sus Consejos de Administración y los Ejecutivos de los sueldos galácticos, ¿qué hacer si la Constitución les protege, estamos en una economía de mercado, imbéciles, qué más da que la Constitución diga en su artículo 128 que se puede intervenirlos en aras del bien general, si nunca se va a aplicar ese artículo, no tienen reaños los políticos, ni siquiera tienen arrestos para moderarlos en sus impudicias e injusticias sociales, es mejor llevar al país a la ruina absoluta. Además, nosotros los ciudadanos no sabemos nada de esto ni cómo se salva un país, son ellos los que lo saben, son los Papas de nuestras vidas.

¿Y unos banquitos públicos que hicieran las mismas funciones y servicios? Formula ya probada y fracasada, la misma usura con guantes de goma, huele a comunismos periclitados, los mismo defectos y vicios, y un caos competencial, véanse cajas y ruinas varias, también hay que salvarlas, con sueldos ratos y consejos de administración de cuotas, las sociedades son modernas y abiertas. Y en todo caso, han sido y serían incapaces de gestionarlos como en los países serios en que sí existen, digamos Francia, bajo la fórmula de participación con capital público en los bancos privados.

Una ciudad sin bancos sería como una ciudad deshabitada, ciudadanos huérfanos, el síndrome de la sumisión y el masoquismo. Los bancos son todo, menos cajitas de música, que, por un instante, nos retornaran a los tiempos de inocencia. Los bancos son como ese chulo, ese marido que te maltrata y le sigues queriendo. Los bancos, ese mal necesario y humillante, no hay salida de emergencia, no rompan el cristal, no avisen a los bomberos. Los bancos amargan nuestras vidas, los bancos son nuestras cárceles. Ésta es una crisis de los bancos, que se la pagamos entre todos.

¿Qué hacer, pues, frente a tantos carceleros?

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