Puntadas sin hilo

El debate

 

 

Rubalcaba ha perdido el primer asalto, que debió ganar nítidamente, al no haber salido en tromba contra el fajador Rajoy, quien se escudó en su Director de campaña y su agenda para no aceptar el debate en televisión que le ofreció en primer lugar la cadena Antena 3. Al peso ligero Rubalcaba le falta el mordiente suficiente para conminarle y exigirlo, y no soltar la presa de tal regalo y martillear en el hígado del peso wélter Rajoy con la misma intensidad y periodicidad con que a él le acusan del caso Faisán. Asalto a los puntos para el wélter. Bien es cierto que restan catorce asaltos, pero en ese primero podía haber forzado el primer doblamiento de rodilla de Rajoy, y así encender los apagados ánimos de sus dubitativos seguidores. En él le podía haber lanzado el uppercut a la mandíbula de aclare usted, que tanto y tan genéricamente promete, cómo va a acabar con el paro, sin trapacerías ni vaguedades de ésas de que hay que generar confianza; clarito, y que lo entiendan los jueces-árbitros y todos los millones de espectadores que nos están viendo boxear. También podía haberle lanzado una serie de cortos rápidos derecha-izquierda para que le saltara por los aires el protector dental si no explicaba la corrupción orgánica de su partido, cada golpe un imputado, bailar alrededor de su cuerpo y continuar con crochets qué va a hacer con los inmigrantes, qué va a hacer con el aborto y la objeción de conciencia de los médicos, con los matrimonios homosexuales, ¿seguirá traicionando a Catalunya?, ¿va a generar tensión en el País Vasco?, ¿impedirá que Bildu, que es un partido tan legal como el suyo, pueda ejercer sus funciones democráticas, seguirá diciendo que es ETA?

Y, sobre todo, arrearle la ostia de  a usted no le preocupa España solo le preocupa su ambición y vanidad disimulada de ser presidente, y que le hiciera girar varias veces sobre sus pies.

Rubalcaba ha perdido la ocasión de oficializar el miedo del otro candidato a aceptar los debates que la población desea.

Suena el gong y en el rincón de Rajoy apenas le tienen que dar vaselina en las cejas. En el suyo, Rubalcaba respira agitado mientras le pasan la esponja por la cara.

Hasta ellos llegan los gritos y consejos de sus fans diciéndoles qué repertorio de golpes deben usar en los próximos asaltos.  ¿Qué les gritarían?

 

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