Puntadas sin hilo

La televisión

  

 

La televisión es realmente el Cuarto Poder.

El 85 % de los ciudadanos se informa exclusivamente a través de la televisión.  De ahí, la importancia de los telediarios o informativos de noticias, y de los espacios de opinión. Lo que digan penetra con fuerza en nuestras mentes. Ya es un dicho común que lo que no aparece en televisión no está en el mundo.

En los momentos actuales, solo la televisión pública estatal está fuera de las influencias de las ideologías de las empresas de comunicación, que están casi exclusivamente en manos de la derecha dura o muy dura o solo apoyada en espurios criterios comerciales de audiencia. La televisión pública estatal está al menos -hasta el momento, conste, aunque las perspectivas no son muy halagüeñas- sometida a control político acordado y pactado parlamentariamente.

Otro hecho indubitado es que únicamente vemos aquellos espacios en los que nos dicen solo lo que deseamos que nos digan, sin dar lugar al contraste de pareceres e informaciones veraces y rigurosas.

La consecuencia es que la información de los españoles es corta y en general tendenciosa.

Esto se acentúa en las televisiones autonómicas, en las que, además de importantísimas deudas que a la postre pagan los ciudadanos, son pura continuidad del partido gobernante en cada Comunidad. El Partido Popular anuncia que las privatizará, con lo que el número de televisiones privadas favorecidas y seguidoras aumentará en la misma cuantía con la que se subasten y privaticen. La información será aún más defectuosa en objetividad y verdad.

Resta el gran bloque de las programaciones, constituido por lo más innoble y rechazable, con sus realities shows y demás, que los espectadores consumimos con avidez. Este gran bloque de lo infame representa el estado cultural de España, de lo que tan responsables son las cadenas como los consumidores, con personas que por dinero van a contar las miserias de sus ex parejas o a tener sus cinco minutos de gloria. Solo permanecerán los que tengan menos entrañas y escrúpulos para la difamación, con el beneplácito y  celebración del público.

Un antenista me dice que aun en las casas más humildes hay los últimos televisores de plasma ultraplanos. Ello demuestra que la televisión se ha convertido en un artículo de primera necesidad, sea cual sea el precio económico o de moral de degradación a pagar. La televisión es el perro para nuestras soledades, nuestro periscopio al mundo, el moderno elemento aglutinante de la familia, el cómodo dejarse guiar. Cada vez que se enciende un televisor, se apaga una estrella, dijo El Roto en una memorable viñeta. Pero a la gente no le importa que sea noche eterna. No por ello la televisión deja de ser el mejor y más importante invento de los últimos siglos. Ocurre como con la pólvora o las pistolas, depende del uso y finalidad que le demos.

En cualquier caso, hablar mal de la televisión y de su poder mediático es tentador. Se ha convertido en algo liberador de malas conciencias. Lo procedente es hablar con equilibrio crítico.

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