16/05/201216/05/2012

Una de las más peligrosas y totalitarias expresiones se está extendiendo con celeridad, con significación especial entre los jóvenes: la de que los políticos no son necesarios. Olvidando que una cosa es que sean incompetentes en su gran mayoría, y otra que no sean imprescindibles.
Planteada la cuestión, enseguida salen voces a decir que en Bélgica hace bien poco estuvieron casi un año sin Gobierno y el país funcionó mejor que con él. Pero supongo que alguna voz saldría a decir también que tanto ciudadanos como políticos en paro suspiraban y luchaban sin descanso para conseguir que la situación concluyese.
Pero sigamos imaginando que el anhelo no puede ocurrir en España. ¿Y entonces? ¿Vamos a una dictadura de aprovechados salvadores? Pero en una dictadura existen políticos por doquier y noquier. De hecho el primer político es el dictador. Y todos los cargos que le apoyan, incluso con un parlamento.
¿Y una vuelta al comunismo? Es la repetición de la dictadura con otros fines, generalmente incumplidos, y atestada de cargos políticos.
El mundo ácrata y anarquista se frotaría las manos. No son apolíticos, son apartidistas, precisan, son los políticos de los sin mando, la igualdad transversal en la gestión. En esto hay que decir que el 15-M les copia y asume: ‘El pueblo unido funciona sin partidos’, coreaban ayer integrantes del 15-M delante de la Universidad de Barcelona. Pero pronto, los movimientos asamblearios llevan irremisiblemente al establecimiento y reafirmación de los políticos, empezando por la Revolución Francesa.

Cuestión distinta es que a los políticos se les tomen cuentas y se les exijan responsabilidades concretas, si no que no se hubieran metido en el oficio, sin permitirles privilegios ni desmanes, como por ejemplo a los banqueros. Y aprovechando de paso para aclarar de una vez que los políticos ni cobran sueldos fabulosos ni se forran, como mantiene la común creencia popular.
Una sociedad sin políticos y sin organización política no es posible ni deseable, en mi opinión. Pero no hagamos de ellos chivos expiatorios de nuestras iras libertarias. Si creemos que no nos representan, hagamos que nos representen, ya saben, con el voto y el raciocinio y no con el sentimiento banal y el grito de desahogo. Pidamos una Constitución nueva, pidamos la República, pidamos una Ley electoral justa, pidamos listas abiertas, pidamos lo que sea y exijámoslo a diario, pero no pidamos la excomunión de los políticos. Sería señal de nuestra incapacidad, sería una prueba del disparate en el que hemos caído. Sería mostrar nuestra ridiculez ante el mundo en el que hemos de desenvolvernos, sería nuestra vuelta a la selva, sería nuestra muerte civil.
Porque ¿qué pasaría el primer día sin políticos, qué pasarían los primeros cien días, alguien me lo puede explicar con concreciones y sin huecas y pomposas palabras?

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