Puntadas sin hilo

La ley de la selva

El grado de abyección moral de las instituciones del Estado es infinito. Todas, Ministerio de Interior, Ministerio de Justicia, Asociación de Fiscales Progresistas, Organizaciones empresariales, PP, PSOE, IU, con el solo robinson Gaspar Llamazares como excepción, medios de comunicación casi unánimemente, todos, se lanzaron como perros de presa y han condenado ya la irrupción de los jornaleros andaluces en dos supermercados, en aras de preservar el orden y el sistema y sus privilegios y sus componendas y su estúpida e injusta legalidad, pero ninguno, ninguno, ha tenido la decencia ni mostrado la exigencia de acabar inmediatamente y como sea con el hambre. Ninguno ha propuesto un plan de aplicación inmediata y absolutamente prioritaria contra el hambre y sufrimiento de los españoles.

Lo normal habría sido que el Gobierno se hubiera reunido ayer de urgencia y dijera ‘Señores, esto se acabó, desde mañana ningún español pasará hambre; como con los bancos arbitraremos todos los recursos necesarios, sacaremos el dinero de debajo de las piedras’. Pero no; lo del hambre puede quedar para más adelante, y prefirió activar ipso facto los mecanismos de represión contra quienes han llenado los carros con comida en Écija y Arcos de la Frontera. Alertados del peligro, el Gobierno hizo realidad la definición que alguien dio del Estado como una organización que idearon los ricos para que los pobres y los hambrientos no los maten. Incluso el Ministro de Interior alegó que de no llevar a cabo esas represalias esto sería la ley de la selva. ¡Ojalá esto tuviera la armonía, coherencia, equilibrio y buen convivir de la selva! Sí, esto es una selva a la que los gobernantes han prendido fuego.

Que condenen o absuelvan a los jornaleros sindicalistas, que sus actos sean considerados delito o solo falta, o incluso tentativa de falta por motivos altruistas, es lo de menos, eso no les va a echar para atrás. Lo de más es que nadie se ha preocupado por aclarar qué delito han cometido quienes no pueden comer, quienes pasan hambre, ¿o acaso los hambrientos de España también han vivido por encima de sus posibilidades y hay que castigarlos, a ellos y a quienes tratan de ayudarles entre la indiferencia colectiva y la sumisión al orden? Las instituciones españolas han preferido institucionalizar el hambre, sí, eso tan molesto de escuchar, considerarla algo normal en la vida de la selva ominosa de España. Han escogido defender la injusticia y aberración del sistema. Rezuman satisfacción por sus fauces con el escarmiento que creen que van a propinar a los valedores de los hambrientos.

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