Puntadas sin hilo

La profesión de sospechar

Aparte de nuestra tenebrosa situación económica presente y futura, lo peor de España es que vivimos sospechando permanentemente de todo. No hay estamento o actitud que se libren de la sospecha, constituida en la auténtica seña de identidad de España. Todo el mundo sospecha de todos y de todo. Y así, naturalmente, no hay forma de convertirnos en un país serio. Amparados en dichos y refranes histórica y sociológicamente superados, los españoles negamos uno de los más importantes avances de la Humanidad: la cacareada presunción de inocencia. Todo el mundo es culpable, sin necesidad de apoyos en pruebas, sino que bastarán la maledicencia y la gratuidad de opiniones. ‘Cuando el río suena, agua lleva’, ‘sospecha, que algo queda’, ‘piensa mal y acertarás’, y hasta el evangélico ‘el que esté libre de pecado que tire la primera piedra’, son nuestras armas y argumentos para organizarnos política y socialmente. Es terrible esta inversión de valores hacia tiempos pretéritos y que todo el mundo tenga que demostrar su inocencia, y no seamos los acusadores quienes tengamos que demostrar la culpabilidad. Lo cual no quiere decir ni descarta que la presunción de inocencia sea inmune y no esté sometida a investigación.

En una sociedad como la nuestra en la que creemos que la policía es infame, la justicia que la ampara por acción u omisión es infame, los políticos son infames, la realeza es infame, la Constitución es infame, los nacionalismos son infames, los secesionistas son infames, en la que no queda nada ni nadie que no sea infame, y los únicos no infames somos los ciudadanos, siempre limpios y libres de toda sospecha, resulta difícil, por no decir imposible, vivir en prosperidad. Permanecer en la tópicamente llamada cultura de la sospecha es comercial y un hobby, pero degradante para la condición humana. La sospecha sin fundamento es la madre de la incultura más atroz. El placer morboso o justiciero de la insidia, la calumnia, de la sospecha como norma general, de culpabilizar en suma nos lleva a una impotencia y negación como país.

Contra corriente, yo en esto quiero ser optimista y creo en la inocencia de la gente con responsabilidades en tanto no se demuestre su culpabilidad. A la policía si tortura y se prueba, se la condena, aun con los desmanes ocasionales y posteriores que puedan tener los gobiernos con su facultad de indulto. Pero en modo alguno creo que todos los policías sean torturadores, todos los jueces prevaricadores, todos los políticos sospechosos, etcétera. Estimo que no hay que ser inquisidor de nadie, aunque tampoco justificador de todo. En realidad vivimos en la nueva Inquisición de la sospecha. Y yo a ese siniestro club no me apunto.

Lo más repulsivo es que, encima, los ‘sospechadores’ de profesión y vida y ‘cometedores’ de las mayores barbaries e injusticias siempre están libres de toda sospecha. No disfruto sospechando ni me considero policía de policías o juez de jueces. Creo en el avance de la Historia y aspiro a no ser frívolo.

Viene esto a cuento, y no solo esto, del comentario del lector Chiflafostros sobre la muerte de un ciudadano argentino detenido en Girona y llevado a comisaría, y posteriormente a un hospital de la ciudad en el que falleció, se dice que por torturas, y que el juez competente de Girona archivó las diligencias, estableciendo como causa el suicidio. No es posible que toda la policía y jefes de Girona, el forense, los médicos del hospital, el juez y todos los funcionarios del juzgado silenciaran tan grave delito.

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Gota de la REPANOCHA: Imputados el alcalde de Sabadell, del PSC, y el jefe de campaña por corrupción urbanística. ¿No deberían disolverse el PSOE y el PSC? Esto no es una sospecha, es una imputación judicial a instancia del Fiscal Anticorrupción.

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GRAVÍSIMA gota MÉDICA: El cardenal arzobispo de Toledo y Primado de España, señor Cañizares, ha sido nombrado miembro de honor de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental, con sede en Granada, por "su pasión por la defensa de la vida", pese a no tener conocimientos ni prestigio científico. Solo dimitió el catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Granada, Guillermo Olagüe. La Iglesia, esa lacra de la Historia.

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