Puntadas sin hilo

Los desahucios y la Marca España

La capacidad del ser humano para acostumbrarse al horror es ilimitada. Vemos bombardeos sobre poblaciones civiles con niños, fenómenos naturales arrasadores, eliminación de grupos rebeldes a distancia con aviones no tripulados, hambrunas, torturas, ejecuciones, y toda suerte de espantos sin inmutarnos ni que nuestros corazones se sobrecojan.

El espectáculo que las televisiones españolas nos han ofrecido durante los últimos meses, con ancianas en sillas de ruedas y enfermedades cerebrales desalojadas con fuerza de sus viviendas, cargas policiales contra los vecinos que tratan de impedir desahucios de mujeres que sacan sus colchones como último tesoro, bomberos que suben por escaleras para entrar por las ventanas de los domicilios sentenciados por la in-justicia, llantos de españoles ante lo que fueron sus viviendas o delante de los bancos que se las arrebataron, forma parte de las imágenes que a los televidentes nos producen una mínima congoja, pero que, sobre todo, demuestran la insensibilidad extrema de un Gobierno que no corta de cuajo, por ética y hasta por estética, digan lo que digan las leyes, este infierno civil de los desahucios de viviendas, más de 40.000 en los últimos cuatro años. Pero seguimos comiendo o cenando tranquilamente, distrayéndonos y hasta divirtiéndonos con otros horrores más placenteros y corrupciones más comerciales.

España ha sido siempre no solo más papista que el Papa, sino más sierva y rehén de los bancos que de la tortilla de patatas. Desde su publicación en 1946, y posteriores modificaciones, la Ley Hipotecaria ha constituido la argolla de hierro de los bancos sobre el cuello de los españoles, especialmente los más débiles económicamente. Las exigencias e imposiciones de las entidades bancarias a todos los Gobiernos han llenado de vesania y vergüenza la vida española. Todos hemos sido y somos esclavos de los bancos, exponentes máximos del capitalismo puro y de la usura disimulada. Hasta el punto de que te pueden quitar la vivienda, que reconoce la Constitución española, y obligarte a continuar como deudor toda la vida, gracias a esa Ley Hipotecaria que ahora Europa ordena rectificar. Europa es la gran bicha, a veces benéfica, para los jueces españoles y no tanto para los políticos, a los que corrigen sus desmanes legislativos pasados y actuales.

A partir de ahora, los jueces dejarán de estar severamente constreñidos por la ley, desgraciadamente solo en materia de hipotecas, y tendrán más libertad de actuación o podrán paralizar un desahucio presente o próximo para escuchar las razones del perjudicado, cosa que hasta ahora no podían hacer. Naturalmente, la sentencia europea no contempla la retroactividad en la recuperación de la vivienda, por elemental seguridad jurídica, pero sí la de percibir una indemnización justa. Esperemos que los bancos no racaneen en la concesión de tales indemnizaciones y que en este sentido no los apoye el Gobierno.

Es una labor larga y dura ir descascarillando España de su atraso secular en todos los órdenes gracias a la pertenencia a Europa. Muchas, casi todas, esas conquistas se deben a la acción directa de los ciudadanos en contra de las actuaciones políticas. Cabe preguntarse, y desear en un auténtico proceso constituyente, por qué no anulamos absolutamente nuestra legislación en todos los órdenes y la sustituimos de golpe por la legislación europea, que antes o después estamos obligados a cumplir. Hacerlo lentamente y una a una causa un enorme sufrimiento a los españoles. ¿Quién compensará de sus daños morales, más allá de las indemnizaciones económicas, a Mohamed Aziz y a su modesto abogado Dionisio Moreno del sufrimiento que han padecido durante varios años hasta que el Tribunal de Justicia europeo, con sede en Luxemburgo, ha dictado la sentencia que reconoce los abusos de los bancos españoles en la concesión y ejecución de hipotecas? ¿Quién compensa, quién consuela, a los miles de ciudadanos que han perdido sus viviendas y quedan hipotecados de por vida ante la codicia de los bancos, auténticos dueños del país? ¿Por qué hay que esperar años tanto en el orden civil como en el social o en el penal o el honor o incluso en el político para que un poquito se sensatez y justicia se establezcan en el Reino de España?

Lo de ayer ha sido un avance trascendental, referido solamente a los embargos hipotecarios de propiedad por imposibilidad de pago, y no a los demás desahucios de impagos de alquiler, de modo que el tráfico jurídico correcto no se altere. Pero algo es algo si ese algo es fundamental. Esperemos que los jueces, aun los más conservadores, hagan desde hoy honor a su título y carrera con su contribución a la justicia social.

Más Noticias