Puntadas sin hilo

El arte de la tortura

Lo más humillante son las risas-sonrisas al alimón de la Ministra de Empleo y de la Vicepresidenta del Gobierno posando antes de dar la referencia del Consejo de Ministros en el que decidieron más edad y más años de cotización para cobrar la jubilación anticipada, y, sobre todo, reducir el subsidio de desempleo para los mayores de 55 años, de lo que, como si fuera un trofeo de caza, la ministra se vanagloria de que supondrá un ahorro de cinco mil millones de euros, naturalmente siempre a costa de los más desprotegidos. El ahorro antes que el ser humano.

Existen múltiples definiciones de la política como arte de algo - el arte de lo posible, de lo imposible, el arte del diálogo, de lo útil, el arte de embaucar, el arte de buscar soluciones para los problemas, encontrarlos e ignorarlos -, pero ninguna la recoge como el arte de la tortura, que es la veraz definición de la política española actual. Son maestros en tal arte y conocen perfectamente los mecanismos para ir graduándolo. Tener que haber cotizado 35 años, con los tiempos que corren, para poder jubilarse anticipadamente, o que para que alguien cobre el subsidio caritativo de 420 euros haya que computar si la familia con la que conviva no ingresan entre todos más del 75% del salario mínimo prueban la fineza y maestría de la tortura que practica el Gobierno contra los españoles, repito, más desprotegidos. Podría decirse, pues que desde ayer medio millón de españoles pasan más hambre.

Resulta intolerable que una victoria electoral, por amplia que sea e incumpliendo todo lo prometido, conceda derecho ¿democrático? a martirizar a los ciudadanos. Máxime cuando los patrocinadores de ese Gobierno están en serios problemas de corrupción. La política también debería definirse como el arte de ser decente.

Nos van apretando el torniquete a poquitos, intentando que no nos enteremos, sabedores de que el clamor popular aún no es unánime, que los suyos lo comprenden, y que el estallido social de momento lo tienen controlado. Traspasan a notarios y registradores actos documentados y bodas que antes eran gratuitos en organismos oficiales, suben metros y autobuses en sigilo, se presentan por sorpresa en las Fallas de Valencia para que antes de quemarlas les enseñen las facturas, boicotean a los jueces que no les agradan, entran en éxtasis orgásmico para asistir a la proclamación del Papa Francisco enviando a la crema y nata de lo retrógrado, Gallardón, Margallo y el ministro del Interior Fernández, con el propio Rajoy a la cabeza, y los Príncipes apenados porque a Letizia el protocolo no le permite lucir peineta y mantilla blancas.

Juegan al pim-pam-pum con los españoles, pero el tiro siempre va a los mismos. Somos conejos de las Indias europeas y de la específica política española, una tortura por capítulos, un placer político sadomasoquista, aún no somos hijos de la ira, pero la tortura nos hace cada vez más radicales. En la historia de la humanidad desarrollada y democrática son imprescindibles los partidos políticos, al contrario que en todo sistema totalitario, marxista o fascista, que lo primero que hacen es suprimirlos e instaurar el partido único. Pero ello no significa que no puedan y deban estar sometidos a crítica y repulsa cuando la tortura se torna hábito por muy dura que sea. Los partidos políticos no pueden ser los torturadores oficiales de un país. Anden con tiento.

Y ahora llega lo de Chipre.

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Gota FRANCISCANA: Francisco: ¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres! ¿Y por qué no lo hace?

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Gota BOLIVARIANA: ¡Pobre Hugo Chávez, no lo pueden embalsamar! Parece que se retrasaron y tendrían que llevarlos restos a Rusia durante siete meses par aplicar la técnica.

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