Puntadas sin hilo

El cepo y la capacidad de aguante

Estamos presos en el cepo político de la degradación, en el cepo económico de la explotación, y en el cepo social de la humillación. Más del 50% de los ciudadanos están disconformes con la situación y se mostrarían dispuestos a remozarla, bien fuese por vías pacíficas o bien por caminos violentos.

Pero no es fácil. Los manejadores del cepo disponen de todos los medios para mantenerlo a su conveniencia. Ni unos ni otros permiten el menor cambio democrático que no fuese el pactado de las elecciones. Es tal la perfección del engranaje urdido desde el cepo de la Constitución que sociológicamente han conseguido que no pueda surgir fuerza política alguna que arremetiese contra la trampa del cepo. El intento de la llamada Izquierda Unida o Izquierda Plural se nutre en muy buena parte del trozo de queso del comunismo del que no se alimenta más allá de un 15% de la población disgustada, y eso en unión de quienes no comulgan con Marx. Por tanto, la masa demoscópica acepta directa o indirectamente el sistema establecido, perdiéndose, además, en luchas de partidos.

En tales condiciones es duro prosperar ni salirse del cepo. Estamos condenados a ser u pueblo resignado, sufriente y víctima. No hay edad propicia para huir del apresamiento. Los jóvenes emigran o se amoldan, los mayores viven en la angustia y en el pánico de ser desplazados de su relativo confort, y los viejos y previejos solo pueden aspirar a que sus sucesores descendientes no tangan que pasar el calvario que ellos pasan.

La violencia es abortada, los tenedores del resorte liberados del cepo son a su vez presos de la educación recibida, de la falta de conciencia social, y de la codicia incrementada. Son insensibles a que los hierros del cepo aprieten cada vez más y no están dispuestos a aflojarlos.

Inevitablemente tendrá que llegar un momento en que el cepo salte por los aires, consumida la capacidad de aguante. Nada es eterno. No hay cepo que resista el furor de un pueblo. Y el furor de los españoles crece de modo inversamente proporcional a su reducción de bienestar. La frontera no está tan lejos, porque los deseos, los buenos deseos, aunque sean genéricos, a veces se cumplen. Solo falta un empujón.

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