Puntadas sin hilo

Ellos se lo han buscado

Previsiblemente la más y muy trascendental consecuencia de la imputación de la Infanta Cristina es que el bipartidismo se ha acabado en España y los dos principales partidos saltarán por los aires y dejarán de gozar del apoyo de los ciudadanos por el firme enroque que ya han hecho y publicitado en defensa de la Monarquía. En unos momentos en que la adscripción monárquica se encuentra en el punto más bajo y cuestionado, los ciudadanos se apuntarán a otras opciones políticas, existentes o nacientes, como repulsa final por el hartazgo que sienten de los desmanes, desvaríos, corrupciones, miserias, luchas, traiciones y 'desvirtuación' democrática de los dos partidos que en la práctica han conducido y regido la política y la vida españolas desde 1977. El tiro de gracia lo da precisamente esa defensa a ultranza de la institución monárquica, sin haber dado paso nunca a la posibilidad de que los españoles se manifestasen sobre ello y su conveniencia transcurridos 36 años. Nada es eterno y ni tales partidos ni la monarquía tampoco. Es muy probable que con la imputación de la Infanta los ciudadanos hayan dicho, o vayan a decir, basta. La intolerancia máxima no es el mejor sustrato para los deseos de cambio de un pueblo. Crecerá IU, crecerá UPyD de Rosa Díez, crecerá la abstención de modo significativo, surgirán partidos de derecha e izquierda duras, crecerán los partidos nacionalistas, con ley o sin ley electoral serán más a repartir el pastel y a contrastar posiciones, se habrán roto los cerrojos de la democracia, los españoles serán más libres, precisamente porque tendrán más responsabilidades, abandonaremos el taca-taca de los niños pequeños qué éramos. Exigiremos.

Ha sido encomiable la aportación de esos dos partidos al desarrollo político, económico y social de España, pero han incurrido en el brutal error de no atender a lo que era una evidencia constante. Se habían convertido en vigilantes de hierro. Puede que con buena voluntad, pero lo han hecho tan mal, han abusado tanto, agarrados al inmovilismo más absoluto, se han encerrado tanto en sí mismos, han tenido tanta desconsideración con los ciudadanos que han terminado por irritarlos y ser despreciados y repudiados.

Este divorcio con y de la política puede llevar a situaciones de confusión e indecisión sobre el destino y rumbo del país. No ha habido posibilidades de revolución violenta, ha habido un sometimiento total al más duro capitalismo expoliador, que los españoles han soportado en silencio forzoso y con resignación. Pero el cúmulo de despropósitos ha saturado la paciencia popular, y la imputación de la Infanta y la defensa que han hecho los partidos es clave en esa saturación de paciencia. No es una elucubración gratuita; hemos recorrido los mismos pasos que en Italia, en donde la Democracia Cristiana y el Partido Socialista han desaparecido, aun sin padecer los errores añadidos de la Monarquía española.

Bendita sea, pues, la imputación de la Infanta, merced a la que España podría purgarse de sus males políticos y convertirse en una democracia sana y veraz. Si así fuera, la Corona y el propio Rey habrían prestado un servicio impagable por el que merecería nuestro reconocimiento. Y si así no fuera, en todo caso, los dos partidos están heridos de muerte. Ellos se lo han buscado. Los españoles están fatigados, creo yo, de tanta trapacería y tomadura de pelo.

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Gota FEROZMENTE ANTIDEMOCRÁTICA: La borrachera de impunidad y prepotencia que proporciona la mayoría absoluta a nuestros políticos en el poder hace que en ciertas ocasiones se quiten instintivamente la careta. Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, niega y trata de limitar uno de los principios elementales de un Estado democrático, como es el de la libertad de información y expresión, escudándose en la publicación de unas fotografías del Presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, con un narcotraficante. Por lo menos es necesario guardar las formas, aunque en este país todos nos conocemos.

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