Puntadas sin hilo

El Rey contra el paro

Me van ustedes a machacar, pero a mí me parece muy bien que el Rey, dentro de sus limitadas posibilidades, intente colaborar y tome la iniciativa en la lucha contra el desempleo. Para empezar, y aunque no guarde mayor relación ni importancia, podría rebajarse su sueldo la mitad y el presupuesto de la Casa Real también. La vida, incluso la vida política, se compone de una serie de detalles morales y ejemplares.

Me parece bien para ver qué propone, constar si Gobierno y partidos le hacen caso y se reúnen a debatir en serio, si los sindicatos dejan de ser comparsas y si los empresarios dejan de ser tiburones, ver quién se escaquea y quién solo cubre formas y ver quién se entrega con rigor y decencia. Aunque lo haga para recuperar su crédito, pero quizás también porque en el fondo es buena persona, no es cruel como las otras instituciones políticas, y ama a España y a todas, todas, sus gentes.

Lo que no creo es que consiga algo. Pero me conformaría con que de una vez quedasen claras las causas de la catástrofe y los españoles las entendiesen. Particularmente creo que esas causas son dos: debemos un billón más intereses, y no producimos nada aceptable en el desarrollo de la economía nacional y mundial. Aun conociendo sus limitaciones constitucionales, me gustaría saber qué piensan el Rey y los posibles participantes acerca de la deuda, cómo y quién la fraguó, y sobre todo cómo podemos saldarla sin que los españoles quedemos hipotecados y condenados a la miseria de por vida. Una especie de Declaración Nacional que vaya más allá de la reforma constitucional que decretó que la deuda es lo primero de todo, incluso antes que el hambre y la penuria colectivas. Fue una decisión injusta y es preciso enmendarla sin retroceder a la Edad Media. Teniendo que pagar la deuda tal cual está regulado resultará imposible crear empleo.

La segunda cuestión que me gustaría que aclarasen el Rey y acompañantes valerosos es que precisen cómo, cuándo y en qué podemos cambiar nuestra producción. No podemos permanecer exclusivamente en el turismo, no podemos volver a la construcción desaforada. Es necesario un nuevo tipo de actividad. Y no creo que estemos preparados para ello, y conseguirlo llevará muchísimo tiempo, más del que podamos resistir para subsistir. Viçens Navarro decía recientemente en un artículo publicado en este periódico, o así lo creí entender, que la clave consiste en que el Banco Central Europeo conceda directamente y a cortísimo interés dinero bastante para créditos. Desde mi ignorancia no opino así. ¿Crédito para qué, para producir qué, cómo si estamos tan alejados del mundo y su desarrollo? No tenemos una industria mínimamente estructurada y a la investigación, desarrollo e innovación, verdaderos puntales del progreso económico actual. Lo demás ha quedado obsoleto y convertido en economía de tercera. Si a esto no se le encuentra salida, tampoco será posible reducir el desempleo.

A esas dos cuestiones esenciales me gustaría que diesen respuesta concreta, repito, concreta y no generalidades, el Rey y los responsables institucionales. Pero al menos la proposición habrá servido para que los españoles sepamos quién es quién en el juego de ambiciones. Al Gobierno y demás estamentos supletorios debería darles vergüenza que sea el Rey quien tenga que estimularlos y una cierta esperanza resurja. Por lo menos intenta lo que estos nefastos políticos no hacen, y que solo saben pelearse y descalificarse. Ingenuo que es uno. Ésas son las dos cuestiones; todo lo demás es farfolla.

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