No es que haya empezado la revolución, pero las manifestaciones de ayer del 15-M tuvieron bastante más éxito del esperado, por mí al menos. Y no tanto por el número de participantes cuanto por la incorporación de casi todas las organizaciones que hasta ahora habían planteado su lucha de forma individual, como la marea blanca sanitaria, la marea verde de la enseñanza, y las distintas plataformas de preferentistas estafados, desahuciados de sus viviendas, y hasta los llamados yayoflautas. Es la primera vez que se produce esta conjunción y en ella puede anidar el germen de una acción de protesta organizada. Con la sola participación de los ciudadanos, sin sindicatos o partidos políticos que quieran reducirla a sus fines e intereses.

El 15-M se ha convertido en una cierta esperanza, aún un tanto difusa. Es necesario que deje de ser anónima, y también lo es que defina sus objetivos. Si ello se consigue, si lo hacen los actuales gestores, una gran masa de población puede adherirse, y entonces ya será un enemigo temible y digno de atención por parte del poder. Al menos, los españoles no están muertos, y dejan constancia de la queja colectiva. Solo les falta animar a los indolentes.

Una rebelión, una revolución, sea pacífica o no, no nace de la noche a la mañana, sino que necesita un tiempo de maduración, sin que ello suponga confundir el deseo con la realidad ni que se quede en huecas palabras de ingenuidad estéril ni estúpidos triunfalismos. Ayer nació la posibilidad de que la rebelión democrática se organice y crezca. Quienes creemos en ello y lo deseamos no podemos albergar duda o íntimo pensamiento de que es un juego fallido, una pompita de jabón que se deshará en el olvido, la nostalgia y el ridículo. La posibilidad está ahí. Absolutamente todas las prospecciones demuestran que la gente está buscando otra cosa, siempre dentro de lo democrático. Y ahí están para ayudar, además, numerosos intelectuales y gentes con ansia de renovación y progreso y reordenación de nuestro sistema político y social. La hora de los ineptos ha pasado, han malgastado su tiempo.

Ahora, una marea social de protesta puede surgir unida. Empezaremos a creer que sí se puede, que no nos representan, y que queremos pasar de la indignación a la rebelión, queremos, efectivamente, hacerle un escrache permanente al sistema, queremos que en lo alto del Congreso alguien despliegue una pancarta que diga ‘Queremos ser nuestro propio Parlamento’. Y es que, aunque no lo sepamos, si queremos los tenemos acorralados. Tampoco pedimos tanto: que el pastel sea para todos. Desde ayer el fermento está echado. La gran incógnita del 15-M.

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Gota ANIVERSARIO: Ayer se celebró, aunque pasó inadvertida, la necrológica de la muerte del socialismo en España, con la declaración de Rodríguez Zapatero en el Parlamento el 12 de mayo de 2010 traicionando su programa y su sumisión sin condiciones a Europa.

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Gota JARRO AGUA FRÍA: Dos de cada tres catalanes no ven posible la secesión en un futuro próximo, según Metroscopia.