Puntadas sin hilo

Horas bajas de la democracia

Deben saber ustedes que mi pesimismo se ha acentuado al máximo y por tanto la lectura de este blog no es aconsejable para quien mantenga aún la esperanza de un mundo mejor y más justo.

Hemos sido derrotados en la batalla y en la guerra. Europa es derechas nítida y sin fisuras, y, consecuentemente, España también. Francia misma, con todo su poderío, está fracasando en su impulso izquierdista. Bailamos al son que nos tocan y no tenemos las agallas para salirnos de ello y encauzar un nuevo camino de sufrimiento autóctono pero digno. Sangran a Grecia, la condenan a la miseria y al suicidio de cientos de sus ciudadanos, reconocen que se han equivocado, pero no cejan ni se arrepienten ni dimiten.

En España la cuestión se agrava como consecuencia de una mayoría absoluta que sin el menor rubor está practicando una política brutal tanto en lo económico como en lo social e institucional. Blanden la disculpa gratuita y no demostrada de que si no lo hicieran la situación sería mucho peor. Han hecho de su poder una fortaleza inexpugnable. Con la aprobación tácita de unos ciudadanos y la resignación de otros. Las quejas y disconformidades son ya ecos lejanos. Han arrasado en lo moral, en lo ético, en los usos y costumbres, en la educación. Hay que reconocerles que han llevado al país, y lo llevarán más, a una situación de depauperación económica, que se hará crónica, pero han evitado la ruina y quiebra general. Para distraernos nos echan miguitas de disimulos de luchas judiciales contra las infinitas corrupciones, pero que no dinamitan ni el poder ni sus expectativas. Los otros también son corruptos.

Efectivamente está todo atado y bien atado, pero no porque así lo hubiese dejado el general Franco ni la Constitución de 1978. Las ataduras son nuevas y las han ido tejiendo lentamente con las certezas que ellos tienen y las incertidumbres y necedades que nosotros tenemos. El PSOE es un cadáver que se resiste a ser incinerado ni a transmutarse, e IU es un oso que aún no sabe caminar ni enamorar.

La democracia ya solo consiste en despreciar y tratar de hundir al otro. El pueblo se ha convertido en un fantasma domesticado. Ni siquiera necesitan utilizar a fondo a la policía. Somos demócratas formalmente y por obligación que sentimos la nostalgia de una verdadera democracia. Los de arriba y los de abajo, son cada vez menos los de arriba, pero más siniestros y poderosos, y son cada vez más los de abajo. En España, sea o no demagogia, se pasa hambre. Incluso los niños, para oprobio nacional.

Pero somos, dicen los ciudadanos en las encuestas, un pueblo feliz. La felicidad de la miseria, de la angustia, la felicidad de la rebelión controlada, la felicidad de ya vendrán tiempos mejores que no vendrán, la felicidad de que con la derecha todo está en orden, la felicidad de que todo fue un sueño y lo pasamos pipa. Ahora que penamos y recordamos. Les apoyan Europa, los votos de 11 millones de irredentos, la economía, las leyes que ellos hacen, su crueldad social, ¿qué podemos hacer, como luchar contra ello? Se nos va la boca por las buenas palabras de intenciones frente a los hechos aplastantes y exterminadores. Nos quedan el pataleo y las gracietas.

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