Puntadas sin hilo

Salt en el corazón

No sé si es correcto y admisible, pero por primera vez, y lleno de envidia, voy a colocar el enlace del maravilloso artículo de Maruja Torres en Eldiario.es sobre la paralización del desahucio de un edificio en Salt, acordado provisionalmente por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Es conmovedor, además de magistral, o precisamente por eso.

Desde que dejó de ser nómada, el ser humano lo primero que necesita es un espacio físico en el que vivir, es decir, una vivienda. Reducido el artículo 47 de la Constitución española a mera formulación teórica, es necesario, y plausible, que ya que el Estado no se ocupa de ello, los propios ciudadanos lo hagan. Constituye una necesidad social, y eso es lo que justifica y moralmente ampara las transgresiones de la abyecta legalidad permitida por los Gobiernos y aceptada con fruición por quienes se aprovechan de esa inicua legalidad, la Sareb en este caso, o Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria, también llamada Banco Malo. ¿Qué menos tasa o sanción se les puede imponer a su alma de mercaderes con la más primaria necesidad de seres humanos desprotegidos de la fortuna de vivir con dignidad? Barato precio es.

Gracias a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) algo se va consiguiendo en distintos lugares -el último en Aldaya, Valencia-, e igualmente destacable son los esfuerzos de la Junta de Andalucía para impedir desahucios miserables. España empieza a ser un reguero de protestas y actuaciones.

Europa le exige al Gobierno español, antes del día 24 para resolver definitivamente, que explique los avatares en los que se quedarían inmersos los ocupantes, el destino de los niños, y el cumplimiento o no de los derechos humanos más elementales y de obligado cumplimiento. La respuesta que el Gobierno dé revelará su catadura y la sinceridad de su deseo de justicia y concordia, de la que tano alardea, un Gobierno con corazón o un Gobierno con una piedra en su lugar.

Los desahucios de viviendas de familias necesitadas es de las pocas cosas que produce solidaridad afectiva entre los españoles. Y por la misma razón, igual sentimiento y trato debe merecer la ocupación de edificios abandonados en los que refugiarse, y que además no causan grave quebranto ni social ni económico. Más lo causan la intemperie y la indiferencia. Al menos estos edificios son las chabolas seculares. La vivienda supone la única independencia y libertad posibles. Existe multitud de cosas que, indebidamente, no le importan a la gente, tales como el problema de Catalunya, por paradójico que parezca. Salvo a Aznar y a los catalanes, y no a todos; las Cumbres Latinoamericanas; la contabilidad B del PP valenciano para financiar, dicen sus campañas electorales; las inútiles sesiones de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados; las balanza fiscales; la prima de riesgo; la piratería en internet; todo lo que diga Rubalcaba; el cambio climático y el calentamiento del planeta; el drama de África; ETA, ya no; la brutalidad del nuevo Código Penal de Galardón; el hombre que permanece en huelga de hambre en la Puerta del Sol de Madrid hasta que el Gobierno dimita; la separación por sexos en los colegios, asunto gravísimo; que se multe a los indigentes, que por lo visto mendigan por gusto; la idoneidad del Presidente del Tribunal Constitucional; y una larguísima lista vergonzante, pero, al menos, que la gente tenga un lugar donde vivir, sí le preocupa a los españoles, y eso les honra.

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